sábado, 20 de octubre de 2007

No a los mejores 100


Algunas revistas, algunos programas de televisión o radio, algunos autores de libros, han dedicado tiempo y esfuerzo con la intención de exponer lo que para ellos, él o ella son los mejores 100 de lo que sea –habrá que evitar la polémica por el momento cuando de gustos se trate-.

Con lo que ya empieza a convertirse en un cliché, en el sentido de que Internet está modificando varias cosas y en diferentes ámbitos, ahora se puede utilizar la herramienta de la red para mil y una cosa. La cantidad de información es abrumadora. No existe ser humano capaz de asimilar tantos datos, por lo menos como aparentemente nos conocemos en este tiempo. Tal vez por el momento el camino para los internautas sea la especialización, tanto en el cómo se usa la red y para qué, así como quién es el creador de contenidos y para qué tipo de público. La especialización en el mundo de las finanzas, que desde hace ya varios años ha llevado a la práctica la explotación de la red mundial, puede ser un buen ejemplo. De igual manera, científicos que hece buen tiempo conocen el beneficio de comunicarse en red para potenciar investigaciones, así como empresas que han abaratado sus costos de comunicación e información para tomar mejores decisiones de inversión. Ejemplos sobran.

Y la educación también puede y debe aprovechar esa posibilidad. Navegando por aquí y allá he encontrado sitios de escuelas y universidades en el mundo que fomentan la lectura y escritura de blogs con temas específicos para trabajos escolares o de investigación.

Que la cantidad de información –o en su defecto desinformación- siga creciendo es inevitable. Cambios en la forma de percibir necesariamente tendrán que llegar. Por ejemplo, dentro de la tradición familiar se irá modificando rápidamente la “vieja” costumbre del álbum de fotografías. Apenas hace algunos años las fotos se tomaban con cámaras muy económicas y populares. También estaban aquellas cámaras de mucha mejor calidad y reservadas para los profesionales. Unas y otras tenían la necesidad de revelar los rollos para exponer lo fotografiado. No se necesita ser un profeta para adelantar que los niños que hoy están naciendo no conocerán esas cámaras y seguramente éstas serán valiosas, pero entre los coleccionistas. La fotografía digital llegó para quedarse y desplazar a la vieja guardia. Lo mismo sucederá para el almacenamiento de esa fotografía hecha información digital. El álbum familiar estará en unos cuantos discos compactos o incluso ni eso; estará en la red dentro de sitios virtuales y de forma gratuita para el usuario como el caso de Flirck.

Parece entonces como la desaparición de algunos límites. Parece que lo virtual está por encima de lo real. Y habrá quien lo crea y lo defienda así. Yo no coincido con ese punto de vista. En todo caso la red encuentra más conductos por donde comunicar. Porque efectivamente las posibilidades crecen, aunque nunca sin olvidar que el día sigue teniendo 24 horas. Es real que se puede hacer más negocio, se puede avanzar más rápido, se puede conocer más; pero la esencia es y seguirá siendo lo importante. Responder las preguntas básicas seguirá teniendo su razón de ser. ¿Para qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué?

Con todo ello la pregunta, tal vez, aumentará en cantidad y calidad su anhelado encuentro con su pareja ideal: la respuesta, cuando no que se enfrente con otra pregunta. Siendo entonces que investigadores, empresarios, creadores, consumidores, descubran nuevas opciones y lo aprovechen lo mejor posible –no incluyo, por convicción propia, a los políticos de cualquier parte-.

Resulta pues un desperdicio plantear el día de hoy tan solo los mejores 100 de lo que sea. En su momento, pensando en las limitaciones de la industria editorial, resultó válido publicar un libro con las mejores 100 canciones de la historia del rock, por ejemplo. Un libro con esa temática tenía sus razones técnicas; justificaciones de espacio físico expresado en hojas y páginas; costos y beneficios tangibles; necesidades de los lectores; exigencias del mercado, etc. Hoy, eso parece que resulta obsoleto. Lo único para seguir con esto último sería sostener la soberbia de algunos autores con una oferta caduca. ¿Para qué sólo 100 canciones si el nuevo medio permite un número indeterminado?

No siempre tiempos pasados fueron mejor. Hace bastantes ayeres tuve la sana costumbre de coleccionar música. Era difícil ese pasatiempo y la mayoría de las veces además costoso conseguir material de acuerdo a mi gusto. Lo era para cualquiera que se planteara la necesidad de escuchar algo, voy a usar la expresión; di-fe-ren-te. O al menos era el dilema para los que crecimos en las ciudades mexicanas alejadas de la frontera con los gringos. Cosas de la historia.

Hoy es enteramente distinto y el asunto parece no detenerse. Es relativamente sencillo poder escuchar a un excelente desconocido noruego, coreano o peruano, por decir algo; que hace música bajo su autoría, la coloca en su sitio web y cualquiera la puede oír, repetir, grabar, criticar, todo siempre por el mismo boleto, con permanencia voluntaria y…gratis. ¿Hasta cuándo será así? No lo sé. Mientras tanto, habrá que potenciar lo benéfico que tenga esta situación; cuando menos en el terreno de la cultura ya es una realidad, desde mi percepción. Es de esperar que cada día haya más autores en diferentes disciplinas, aumentando por ello la posibilidad de descubrir artistas con calidad y ajenos a las mafias culturales.

Habrá quien cuestione que en el mundo real no hay todavía una definición exacta, concreta, tangible, para señalar exactamente dónde están los cambios a favor de la cultura. Desde mi punto de vista, se ira dando una tendencia hacia la especialización en la utilización de Internet. Algunos buscarán el cómo para hacer más negocio, otros se preguntaran cómo crear público, audiencia, consumidores. Otros, buscarán cómo educar por medio de la red. Y en esos caminos por explorar, el cómo será pariente del “cada cabeza es un mundo”.

Luego entonces, hay que aterrizar y empezar por algo sólido. Voy a comenzar, en lo personal, la publicación de una serie de entradas en forma cronológica, siempre que así sea posible, para un breve recorrido por el blues hasta llegar a su herencia más conocida: el rock -sin prisas, sin excesos, como justamente lo permite Internet-. Todas esas entradas llevarán una clara intención didáctica, sobretodo para los muy jóvenes que se interesen por esos géneros –también se aceptan sugerencias de viejos lobos de mar, invitándolos siempre a no pontificar con sus muy respetables y valiosos conocimientos-. La decisión de comenzar con blues no significa que sea mi único interés. Hay muchos otros géneros que también me llaman la atención, pero sin duda el blues, como base del rock, tiene la característica de tener una enorme popularidad y diversidad de representantes y tendencias; además, todo comienza por el principio.

Habrá de tenerse en cuenta que la música de blues grabada hacia los años veinte o treinta del siglo pasado tuvo limitaciones en su calidad de sonido, aspecto perfectamente comprensible. Algunos motivos de lo anterior son económicos, otros se explican por razones incluso de racismo y, desde luego, la tecnología de la época. Con esta pequeña aclaración pasemos entonces al tema...Comenzemos por algunos tracks mucho antes del sonido electrificado…La propuesta entonces es ir, repito, llevando una línea cronológica acompañada de breves anotaciones, esperando con ello motivar en cada lector -ojalá y los consiga-, su interés por conocer más del tema o del intérprete en específico y seguir la veta más apropiada que cada quien considere de acuerdo a gustos y preferencias personales.

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