lunes, 25 de febrero de 2008

Mamie Smith



En la suma de circunstancias, vicisitudes, coincidencias o encuentros fortuitos dentro del desarrollo que el blues tiene en los primeros años de la década conocida como los “fabulosos veinte” (poco después de la Primera Guerra Mundial), la “etiqueta” o la identificación para el género no deja de tener su trasfondo segregacionista. Por un lado están los compositores que de forma muy individual se expresan con su música en regiones geográficamente delimitadas y con escasa difusión. Por otro lado (Nueva York, San Luis, Chicago, principalmente) un imponente avance industrial, financiero y comercial permite la simbiosis entre negocio y entretenimiento. Es la época en que Blues y Jazz son difíciles de distinguir entre uno y otro. Es también el tiempo de la relación directa entre los espectáculos callejeros con sus Medicine-Shows (combinación entre la venta de supuestas medicinas y el atractivo de músicos que encontraban una retribución económica por su trabajo). Es la época propicia para el surgimiento de pequeñas compañías que colocaron las bases para la industria del disco; con el apelativo de lo que hoy sin duda resultaría insultante: discos raciales o race records.

Una de esas compañías, Okeh Records, acuña para el mundo el término comercial de Blues; paradójicamente con una cantante mujer en un ambiente dominado primordialmente por hombres: Mamie Smith, quien pasará a la historia con Crazy Blues como la punta de lanza para otras grandes cantantes mujeres que aportarán, casi siempre con su voz, de una indiscutible calidad, pero, sobretodo; sensibilidad para la interpretación de gran altura.

De esas ironías y vicisitudes que intento marcar para este comentario está el hecho de que Crazy Blues era una canción que, originalmente, su productor (Fred Hager) quería grabar con una cantante blanca. Casi de manera fortuita no fue así. La primera grabación de un blues tenía que quedar en la voz de una mujer negra; no podía ser de otra manera.


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