sábado, 26 de julio de 2008

26 de Julio 1968


"La historia se escribe a borbotones. La historia individual y la colectiva. De repente, en unos días, en unas semanas, los acontecimientos se precipitan, y sucede lo que no había sucedido en siglos. Y las conciencias también se precipitan. Y en unas horas puede uno aprender, puede uno entender, lo que no había aprendido ni entendido en años. Y puede uno, súbitamente, adherirse entusiasta, apasionadamente, a aquello que poco antes le era ajeno e indiferente. Así se enamora uno a menudo, de la gente y de las causas: de golpe."; Marcelino Perelló (Letras Libres “el 68, cartas cruzadas”; 11 de Agosto 2003)

"Pero la otra explicación, la del motivo que unió a los jóvenes por encima de ideologías, aún se la debemos al país. La que hemos construido, la que han ustedes construido en estos treinta y cinco años es una bobada que reza así: hubo una vez, hace muchos años, en que los jóvenes cobraron súbita conciencia política de izquierda y salieron a jugarse la vida con tal de obtener la libertad de un par de comunistas (Demetrio Vallejo y Valentín Campa)* presos hacía diez años. ¿De veras? No mames. Te envío un saludo a la distancia de los años."; Luis González de Alba (Letras Libres “el 68, cartas cruzadas”; 12 de Agosto 2003)

Aún después de cuarenta años queda una pregunta sin responder. Y bien la construye Luis González de Alba: “¿Cómo ocurrió que, en agosto y septiembre de 1968, nos encontráramos súbitamente conduciendo un movimiento de masas?”. 26 de Julio en el anecdotario de ese año olímpico está indiscutiblemente marcado por un aglutinamiento estudiantil contra la represión, no calculados ni por el gobierno ni por ninguna organización de entonces, fuera ésta patrocinada por el poder o contestataria a los viejos controles del sistema pri-gobierno (la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos de corte corporativista, pro-gobierno y su contraparte la Central Nacional de Estudiantes Democráticos con un apoyo directo del Partido Comunista Mexicano). ¿Qué paso? ¿Por qué se encadenaron tan rápido y descontroladamente los acontecimientos? Para unos, la violencia estaba perfectamente orquestada con un marcado objetivo de desestabilizar al gobierno e impedir los Juegos Olímpicos de octubre, es decir, la tesis del complot se cumplía cabálmente en tiempo y forma de acuerdo a reportes de sus aparatos de seguridad. Los otros, en cambio, acumulaban resentimientos y macanazos no sólo desde el 22 de julio sino desde tiempo atrás. Los otros eran, cuando menos hasta el 26 de julio, en su mayoría estudiantes de diferentes escuelas politécnicas; los de menos recursos económicos, los “prietitos”, los jóvenes apenas beneficiados de un sistema escolar diseñado por el presidente Lázaro Cárdenas. No eran revolucionarios, no eran terroristas. Eran, no poca cosa, estudiantes golpeados y humillados por granaderos.

Se considera una patología cuando una persona arremete contra otra sin “motivo” aparente; eso es cosa de locos, se dice. Entonces para no demostrar locura se necesita siempre encontrar el motivo para utilizar legitimamente la fuerza. Desde aquí es imposible negar la participación extremadamente violenta de algunos individuos tanto en la policía como entre estudiantes y porros. El carácter de fiesta que González de Alba insiste en darle al movimiento sí apareció pero no en el caso concreto del 26 de Julio. Ese día la tónica está ligada a los catorrazos. Pero la práctica exige (exigía) justificar el hecho violento. El uso de la fuerza legítima por parte del Estado también necesita justificarse. Una foto de un policía agrediendo a un manifestante tendrá siempre un impacto mediático en contra de quien hace uso de la fuerza, aún cuando sea legal y legítima. Entre la posición expuesta líneas arriba por dos destacados lideres estudiantiles de la época hay una evidente contradicción. Por un lado Marcelino Perelló resume que de “golpe…” –agrego yo; literal y figuradamente-“… De repente, en unos días, en unas semanas, los acontecimientos se precipitan, y sucede lo que no había sucedido en siglos.” No hay duda que así fue. Sin embargo, en un acto de mayor interiorización y honestidad, Luis Gónzalez de Alba se cuestiona “…no queríamos dejar la fiesta y cualquier pretexto era bueno. Pero así convencimos a un gobierno paranoico y autoritario de que estábamos planeando un golpe revolucionario… Luego... luego algo ocurrió que ustedes (los que sostienen la versión racional, basada en la conciencia) tienen muy claro y yo no acabo de entender.”

Desde un principio la versión oficial del porqué apareció la violencia empezó a dirigir sus baterías contra “intereses” ajenos a la vida escolar que inmediatamente se magnificaron en “intereses oscuros contra México”. No estaban errados, de sobra los conocían; tanto a los movimientos de oposición como a los porros de las diferentes escuelas. La palabra provocación surgió inmediatamente como recriminación en ambos bandos; gobierno y estudiantes. Cuarenta años después quizá una explicación poco reconocida en la desmitificación de esos últimos días de julio deba reconsiderar la enorme influencia que tuvo la participación, a favor de los enfrentamientos contra policía y granaderos, de elementos activos y financiados por el propio sistema coercitivo gubernamental. ¿Dónde quedan las pandillas y los porros entre el 23 y 26 de Julio? Nunca se esfumaron, al contrario, son parte importante para entender varios momentos de ese día y de ese año.

La Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (su líder era José Rosario Cebreros) tiene más importancia de la que los líderes históricos del movimiento le reconocen. Fue esa organización estudiantil la que realiza una marcha para el día 26, en protesta por los hechos del 22 y 23. Su capacidad de convocatoria no fue menor. Según reportes oficiales los asistentes rebasaron los siete mil manifestantes. Esa cifra para los estándares de la época resultaba alta, es decir, en dos días tenían una parte importante de politécnicos protestando en la calle. Pero cometió un error a favor de la CNED; citar para su marcha el 26 de julio. Otra marcha fue convocada el mismo día por la CNED con el pretexto de conmemorar (hay que recordar que “son los años sesentas”, como dice la canción de La Puerta de Alcalá) el asalto al cuartel Moncada en la Revolución Cubana. José Rosarios Cebreros lo reconoce cuarenta años después: “A la FNET la querían para formar Los Halcones. Nos ofrecieron armas y entrenamiento, en una reunión en la casa del director de la Vocacional 2, Alberto Camberos López, allá por Lindavista, donde estuvo también el entonces joven militar Manuel Díaz Escobar. Esto fue a finales de julio o principios de agosto, cuando los estudiantes habían tomado las escuelas, en la primera etapa del movimiento…” El 25 por la mañana Cebreros se reúne en la Secretaría de Gobierno del Departamento del Distrito Federal, donde el secretario Rodolfo González Guevara le dice al líder: ““Paisano, no haga por favor la manifestación, porque van a coincidir con la del 26 de julio”.

De la otra parte Gilberto Guevara Niebla (líder estudiantil de ese año) reconoce que “la coyuntura que ofrecía el 26 de julio era casi perfecta para armar ex profeso un motín callejero”; Arturo Martínez Nateras (presidente de la CNED): “Los compas del IPN se movilizan y fuerzan la convocatoria de una manifestación de la FNET. Charlamos con Alanís, el líder de la Voca, y convenimos proponer la unificación de las dos manifestaciones”; otro líder, David Vega Becerra: “En la CNED, el día 25 (de julio), habíamos acordado que, de ser posible, conduciríamos esa manifestación para hacerla caer el 26 de julio”. El escenario estaba listo y tenía justificación para ambos bandos, tanto para gobierno como para estudiantes.

*El paréntesis es mío.

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