jueves, 28 de agosto de 2008

28 de Agosto de 1968



28 de Agosto: el movimiento estudiantil pierde la batalla por los símbolos. Dilapida varios y todo en cuestión de horas. Ello fue consecuencia, por una parte, de una intención pensada para minar el creciente apoyo popular que estaban ganando muy rápidamente los estudiantes y maestros. Pero también la propia inexperiencia de la dirigencia fue un factor superlativo en contra.

Desde un punto de vista científico, nadie en su sano juicio pensará que un pedazo de tela es México. Y aunque es de sentido común lo anterior, en la propiedad de las ideas la cosa es totalmente distinta. A través de la historia se ha aceptado, se ha pactado en cada país, que una combinación de colores e imágenes son, para todos, un entendido de la representación de lo nacional. Un símbolo común, entre otros, es la bandera.

Pues bien, en el más puro relajo y con la inexperiencia de algunos líderes (entre otros, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, representante de Chapingo), el 27 de agosto se decidió bajar la bandera nacional que de manera tradicional ondea en el Zócalo y subir otro símbolo; una pequeña bandera (en realidad un trapo) de color rojinegro, que en todo el mundo representa la huelga obrera. Cierto, los estudiantes estaban en paro estudiantil o si se quiere una huelga de estudios, pero, relacionar el símbolo por excelencia del movimiento obrero con la huelga estudiantil sin duda provocó una reacción de alerta en el gobierno. Grave error. Aunque algunos liderazgos abiertamente buscaban ampliar la lucha fuera del ámbito estudiantil, la realidad es que muy poco logró sumarse al obrero. En bandeja de plata tenía entonces el gobierno del Distrito Federal un pretexto idóneo para machacar con aquello de los “intereses oscuros y extranjerizantes”. Aunque la anécdota de esa fecha dice, en voz del CNH, que esa misma noche bajaron ellos la bandera de huelga e izaron la bandera nacional y que posteriormente empleados del Departamento del DF, aprovechando la madrugada y una vez desalojada la plaza por el ejército, pues simplemente volvieron a colocar otra bandera rojinegra, pero con la diferencia de ser ahora una bandera de enormes proporciones. De cualquier manera el resbalón fue utilizado en contra del Consejo y del Movimiento. Apresuradamente la mañana de ese mismo 28 de agosto el gobierno del Distrito Federal organizó al mediodía un acto con burócratas para quitar la bandera de huelga e izar la bandera nacional.



Con todo y su imagen progresista los estudiantes no dejaban de ser una clase beneficiada del avance económico. Muchos eran hijos de burócratas. La mayoría de ellos tenían también una tradición heredada de sus padres: las creencias en lo divino y su poder representado terrenalmente en la Santa Madre Iglesia. Para 1968 la mayoría de la población en el país se declaraba profesar la religión católica. No sería exagerado asegurar, en términos de porcentaje, que cuando menos un noventa por ciento así lo reconocía. Los estudiantes eran parte ineludible de esa estadística. No tomar en cuenta esa realidad fue, otra vez, un descuido imperdonable. Casi equivaldría a condenar a los líderes al fuego eterno por esa falta de visión, cosa que a muchos de ellos los llevará a la risa. “Son símbolos caducos”, replicarán varios personajes con tendencia de izquierda. Pues podrán decir misa, pero se equivocaron. Sin duda que la fiesta y el chacoteo estuvieron antes y por encima de muchas cosas pero…tocar las campanas de Catedral argumentando jolgorio. Bueno, vamos a ver; ¿cómo iba a desaprovechar ese retrato la industria mediática de la época, totalmente plegada a la manipulación orquestada desde el gobierno? Y la Iglesia tendría también su parte criticable; un lamentable ejemplo de ello se dio en el mes de septiembre de ese año en la sierra de Puebla en la población de San Miguel Canoa.



Con respecto a la manipulación de los significados y la utilización de los símbolos, es muy interesante para reforzar la idea el siguiente párrafo publicado en la nota del 27 de agosto de este 2008 en el diario La Jornada : “El caso límite que ilustra esta confluencia de intereses es el que se refiere al episodio de la inclusión en las primeras planas de la fotografía del mitin nocturno con el astabandera luciendo el trapo rojinegro, como parte de la línea inducida desde la Presidencia de la República. Así lo muestra la correspondencia sostenida entre Gabriel Alarcón, director de El Heraldo, y Díaz Ordaz, en la que el primero informa al presidente que ha comunicado a otros directores la pertinencia de utilizar dicha imagen para contrarrestar la influencia del movimiento, según consta en una documentación abierta recientemente a la consulta pública en el Archivo General de la Nación.”

Y para rematar con la deplorable utilización de símbolos, se manipuló a los asistentes del mitin en la noche del 27 para citar al presidente de la república el primero de septiembre en la Plaza de la Constitución (el Zócalo) a un diálogo público, según la propuesta de algunos liderazgos. Más ingenuidad imposible. Desde luego esta ingenuidad se explica en parte por el desbordamiento casi natural en un movimiento de masas, en donde decenas y cientos de individuos van tomando sus propias iniciativas. De ahí la responsabilidad de los líderes, tanto en lanzar propuestas provocadoras del enfrentamiento como aquellas moderadoras de posiciones radicales. Unos son responsables por dejar hacer y otros por no hacer. Una consecuencia directa e inmediata por algunos de esos desaciertos hizo su acto de presencia a la una de la madrugada. La posibilidad de un diálogo real quedaba rota.



El desalojo del Zócalo selló el rumbo definitivo de la historia del movimiento. La represión durante agosto había sido selectiva y discreta, por decir lo menos y para utilizar dos términos apropiados a lo inocultable. Nunca durante ese periodo de tiempo las brigadas estudiantiles movilizadas por diferentes rumbos de la ciudad y los varios mítines relámpagos dejaron de ser abierta o cautelosamente hostigados. La presencia policíaca y “porril” siempre estuvo para intimidar, cuando no de plano pasó a la agresión directa contra pequeños grupos de estudiantes. Algunas balaceras esporádicas contra diferentes escuelas están documentadas en la prensa de esos días Pero lo significativo durante todo el 28 de agosto, desde la madrugada, es la vuelta del ejército a los primeros planos con una represión que iría creciendo conforme pasaran los días. Los radicales de gobierno y los propios en los estudiantes empezarían a recuperar terreno. Los primeros, dentro de su lógica maquiavélica, además tenían cada vez más la presión del Comité Olímpico Internacional y la seguridad que éste exigía para los juegos de octubre. Los estudiantes, por su parte, tenían la presión interna para seguir por el mismo rumbo seguido hasta ese momento o “cambiar la forma de lucha”, lo cual significaba dejar en la práctica el control del movimiento a grupos muy politizados y con una marcada influencia de posturas socialistas o comunistas. Aunque el movimiento no estaba derrotado, las divisiones internas en el CNH irían creciendo. Incluso hoy todavía algunos líderes con el paso de su vida aún no reconcilian sus diferencias en sus decisiones y acciones de aquel año.

A mediodía de ese mismo 28 de agosto el gobierno del Distrito Federal organizó un acto conocido como “desagravio a la bandera” en el mismo Zócalo. Para ese efecto se citó a burócratas de diferentes dependencias oficiales y algunos sindicatos afines al gobierno. Esa concentración es un mal ejemplo de que también en las decisiones de gobierno, conforme se iban dando los hechos, los cálculos de las respuestas en la gente no estaban bien calibrados. Entre la habilidad de los estudiantes para infiltrar esa reunión de burócratas y la simpatía que muchos de estos últimos subrepticiamente tenían con el movimiento el resultado fue un fracaso para el gobierno. Descuido o provocación, los encargados de subir la bandera nacional la dejaron a media asta* y ese fallo fue aprovechado por estudiantes, que se habían mezclado con los empleados de gobierno, para gritar que se dejará así, como señal de duelo por la intervención del ejército. Con ese pretexto se desataron diferentes riñas con el objetivo de tener el control de la astabandera. Hubo varios momentos en que los mismos burócratas citados al acto empezaron a gritar “somos borregos, somos borregos”. La intervención de granaderos y militares para hacer un círculo alrededor de la bandera provocó diferentes enfrentamientos con manifestantes durante cerca de tres horas alrededor del Zócalo y sus calles aledañas. Los soldados, aunque esporádicamente, en diferentes momentos utilizaron sus armas para abrir fuego contra algunos edificios cercanos a la plaza. De ese día hay un documento fílmico que ya demuestra la trampa para utilizar impunemente a francotiradores. El camino para los rudos estaba despejado.



Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México, Tomo I, págs. 256-260.
Foto 1: El Universal.
Foto 2: Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación / Archivo Histórico de la UNAM / Colección Manuel Gutiérrez Paredes / MGP2496 , publicada en La Jornada.
Fotos 3 y 4: Secretaría de Gobernación/Manuel Gutiérrez Paredes, publicadas en La Jornada.
Foto 5: Wikipedia.

2 comentarios:

Gabriel dijo...

Una lastima todo los hechos ocurridos en esos meses de 1968, así como tambien una lastima que en plena hera moderna se este volviendo a lo mismo. Una y otra ves...

Anónimo dijo...

mi padre estubo en ese suceso segun nos platicaba,decia que el 28 de agosto tambien hubo muertes de estudiantes y de ese hecho borraron todo cuanto pudieron,el de nombre antonio gonzalo cruz rojas,conocido en esa fecha como gonzalo cruz paredes fue el encargado de instalar la bandera nacional.ojala alguien pudiera ayudarma a conseguir mas datos ya que existen muy pocos¡¡y poder corroborar lo que mi padre nos platicaba.