martes, 23 de septiembre de 2008

23 de Septiembre 1968


La Universidad y sus estudiantes, pudiera decirse, rindieron la plaza sin oponer resistencia. El mismo general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en 1968, así lo reconoció en el boletín oficial de la operación; “El ejército actuó en la Universidad de acuerdo con la razones expuestas por la Secretaría de Gobernación; no hubo incidentes desagradables, los estudiantes se entregaron sin oponer resistencia…La actitud manifestada por los elementos que se encontraban en la Ciudad Universitaria al no haber opuesto resistencia ni haber hecho manifestaciones de descontento, facilitó la operación.” Pero en el Politécnico la situación fue totalmente distinta.

En la última semana de septiembre se intensificaron los enfrentamientos en diferentes escuelas, principalmente del Politécnico; la Vocacional 7 en Tlatelolco, la Unidad Profesional de Zacatenco y el Casco de Santo Tomás. Una vez concluido el tiempo festivo de las manifestaciones, los estudiantes más combativos, manipulados o no, tomaron parte en acciones de franca rebeldía para responder a la violencia del aparato estatal. La mayoría de esos estudiantes tenían su origen en alguna escuela del Politécnico; y ellos sin duda fueron los más valientes, aunque también temerarios. Desde hoy es injusto criticar esa vertiente del movimiento aludiendo simplemente a su falta de visión por alcanzar el poder vía electoral, es decir; formar un partido político. Los estudiantes de ese año se toparon con una muralla. Sus demandas eran de corte democrático y sin embargo se les fue acorralando hasta dejarlos con pocas salidas. Es verdad: los dos actores, movimiento estudiantil y gobierno, jugaron al todo o nada. Pero así fue la circunstancia histórica y ello debe llevarnos a una reflexión; los cambios democráticos en México posteriores a ese año se han ido dando a cuenta gotas y hay responsabilidad por ello, tanto en los estudiantes que decidieron radicalizar la lucha como por el conveniente exceso de miopía que mostró el aparato de Estado. Aunque un legado indiscutible de los estudiantes fue abrir el sistema electoral para corrientes ideológicas diferentes a la oficial de la Revolución Mexicana de 1910, y monopolizada por el PRI, en realidad la transición democrática ha sido una transición cansada.

Los jóvenes de hoy tendrán derecho a reclamar por la herencia de sus viejos. Igualmente aquellos jóvenes del 68 también reclamaban a sus contemporáneos mayores. Los viejos de ahora dirán en su defensa que eso es injusto, para entrar así en una espiral perversa que termine por reconocer lo importante de los preceptos morales, éticos, políticos, sociales, culturales, de los adultos instalados en el poder durante cualquier tiempo presente. Y más que una vuelta a lo mismo, sería replantear el que nadie tiene derecho a reclamar en su nombre lo que corresponde a otros en el futuro. Debemos mirar a los jóvenes del 68 luchando por su presente y dejando una enseñanza que bien puede ser aprovechada por los de ahora; intentar ser críticos y seguir subvirtiendo el orden impuesto por los viejos de ahora. O dicho en palabras más llanas: las libertades democráticas siguen siendo un tema no resuelto a cabalidad en nuestra presente. Y para un acicate mayor; no sólo la transición está cansada, ahora también está interrumpida.


Las palabras para describir a los estudiantes politécnicos entre el 23 y 24 septiembre, aunque a muchos les cale, serían las de “defensores desesperados”. Es destacable que con pocos recursos materiales (armas caseras, bombas molotov, piedras, pistolas de bajos calibres) los estudiantes le hicieran frente a la policía capitalina y sus granaderos hasta entrada la madrugada del 24 de septiembre, cuando el ejército entró al quite. A pesar de la enorme diferencia entre defensores de escuelas politécnicas y ofensiva de fuerza pública, el mérito de mantener a raya durante varias horas a militares y policías le da al hecho su lugar en la cronología de ese año en la capital del país; fue una auténtica batalla. Batalla injustamente olvidada para el recuento de la historia del movimiento.

Un movimiento que pretende ser confiscado por la “política correcta”. Porque para un justo análisis habrá que apuntar la existencia de jóvenes verdaderamente convencidos de que su acción provocaría la ira, la rabia, la revuelta popular; así pensaban esos protagonistas en aquel 23 de septiembre. Fueron los estudiantes más representativos del desafío al sistema. Y como movimiento con diferentes corrientes e ideologías no es posible dejar de lado una de sus principales expresiones; los que pensaban que en la lucha de clases el levantamiento contra el poder establecido (sedición para términos jurídicos) era un camino más corto y en consecuencia inevitable. La acción, para estos estudiantes, era de mucho mayor importancia que el famoso diálogo público buscado por otras posiciones. Al movimiento estudiantil no es posible tan sólo mirarlo como aquel romántico contestatario; el de marchas, mítines y brigadas; también habrá que darle su lugar preponderante al de una línea abiertamente revolucionaria. Lo que sucedió entre la noche del 23 de septiembre y hacia la madrugada del 24, principalmente en el Casco de Santo Tomás, es un ejemplo irrefutable para entender y reconocer a esa parte de los actores del movimiento. Para el caso, hay un ejemplo contrastante y simbólico visto a través del paso del tiempo; el 23 de septiembre por la mañana, la lucha democrática expresada en la declaración del rector de la UNAM, el ingeniero Javier Barros Sierra, se hace patente cuando presenta su renuncia al cargo como consecuencia de una presión vía política contra el movimiento representado e impulsado por intelectuales, profesores, estudiantes universitarios en su mayoría; los reformistas, podría resumirse. Y por la noche de ese mismo día la lucha, aunque desigual, pero al fin lucha armada. En un extremo los estudiantes al norte de la ciudad en franca rebeldía. En otro extremo los estudiantes del sur universitario; debatiendo la legalidad o no de la violación a la Autonomía. Los dos igual de importantes, pero separados geográfica e ideológicamente.

Aquel notable contraste todavía es posible apreciarlo. Unos, haciendo mofa de los estudiantes vencidos en CU quienes simplemente contestaron con la V de la victoria cuando el ejército los detuvo. Hasta el secretario de la Defensa involuntariamente los premió con su declaración; “…al no haber opuesto resistencia ni haber hecho manifestaciones de descontento, (se) facilitó la operación.” Y luego los otros que cuando se refieren a la importancia de ese año para México, la defensa del Casco de Santo Tomás es casi por completo ignorada. El 68 fue, sí, imaginación en formas organizativas para expresar rebelión contra lo establecido, y también la puesta en práctica de teorías revolucionarias que los actores de ese momento consideraban oportunas. Contradicciones abismales entre unos y otros, aún declarándose ambos de izquierda. Nada que no siga siendo conocido.






Foto 1 y 3: El Universal.
Foto 2: La Jornada.

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