martes, 7 de octubre de 2008

Capitalismo: ¿no hay de otra?


Mira qué interesante, encontrar la serenidad, la calma, la inteligencia, en hombres que saben aprovecharse de la tragedia de otros. Tragedia que no importa el grado de descomposición al que haya llegado con una frase tan anticuada, obsoleta, como setentera; la crisis del capitalismo. ¿Cuál crisis? Al contrario, deberemos sacar lo bueno de ésta; aprender de la lección que más pronto que canta un gallo nos dará Carlos Slim y Warren Buffett, entre otros, cuando demuestren los importantes beneficios que les redundará el ser pacientes y congruentes con el sistema; donde yo gano, muchos pierden. Por ello, son objeto de admiración pública.

Un senderito marcado sería desprenderse de sentimentalismos; porque la vida se vive una vez. Ahora o nunca. Cuál fin del capitalismo ni que la fregada. Son (somos) idealistas perversos todos aquellos ilusos que no entendemos los complejos y sesudos análisis fundamentales de la macroeconomía; si es necesario pagaremos con la vida hasta que entendamos: la esclavitud es distinta ahora, pero no ha desaparecido.

¿Qué tiene que hacer el ciudadano común ante este nuevo panorama?, pregunta el poco común y destacado hombre de noticias. “Esta situación debe verse como una oportunidad para los emprendedores”, contesta sabiamente el analista. ¡Ahh!, ya entendí. Hay que pasar encima del que se me ponga en el camino.

Frío, sereno, calculador, tenaz, astuto. Aplicar hasta el cansancio la regla de oro; comprar barato. Mirar, aprender y repetir; ¿es eso tan difícil? Si lo es, entonces es tiempo de empezar otra vez el ciclo. Es tiempo de reforzar el mismo aleccionamiento: La oportunidad es para todos; no hemos sido capaces como seres humanos para encontrar algo mejor que el capitalismo, ni modo, es lo que tenemos; hay que prepararnos, vendrán tiempos duros; no debemos dejar de reconocer que por cada crisis vamos estando mejor preparados; los ciclos son inevitables, afrontémoslo… Mientras que llega la bonanza, prepárate para ser el mejor. No importa lo que hagas, habrá recompensa para el bien portado.

Y el discurso en realidad es convincente, no suena mal. Todavía más; en la aspiración de una gran mayoría así se vive, así se trabaja; con honestidad y perseverancia. Aunque de cuando en cuando se les tenga que volver a levantar el ánimo porque; la devaluación de tu moneda es cosa pasajera, el desempleo es temporal, los impuestos tendrán que subir, los precios no resistirán la inflación, el país no crece, la inseguridad cada vez es mayor, la impunidad es un problema cultural, la educación es pobre, tenemos déficit en el sector salud, etc, etc, etc. ¿Y la vida de todos? ¿Seguiremos otorgándola en sacrificio mientras? ¿Mientras qué?

No es bueno caer en la desesperación, son tiempos de madurez y serenidad, prosigue el embustero. El país, ahora más que nunca, necesita la unidad de todos para salir adelante. ¿Dónde y cuándo ya lo escuchamos? Porque los bien portados somos millones. Ahí está el buen estudiante y recién egresado, desempleado o mal remunerado. O el pequeño empresario, asfixiado por pagar impuestos y una nómina cada vez más reducida. O el migrante impulsado y expulsado por una necesidad imposible de satisfacer en su lugar de origen.

Pero es que el capitalismo promueve la competencia y la innovación, argumenta el liberal. Si, y guerras y deforestación, contaminación, descomposición social, desigualdad, pobreza, desnutrición, hambrunas…O en términos apropiados al gusto del chamuscado liberalismo; el retorno de la rentabilidad que debemos pagar por la competencia y la innovación causa desajustes o desequilibrios que sólo el crecimiento sostenible en el tiempo podrá revertirlos y aumentar así en consecuencia el ingreso per capita. Méndigo choro, verdad o mentira; pero qué categórico se oye.

Así que llegó la hora de prender veladoras y quemar incienso para los nuevos hombres sabios (los magos del dinero). Los dueños de la fortuna terrenal. No importa que se apelliden Slim o Buffet, la cuestión es la concentración ofensiva y humillante provocada por la rapiña, eufemísticamente nombrada “oportunidad”. Y el engaño; aquel que dice que no debe haber límites y restricciones para la naturaleza humana. ¿Por qué debemos seguir creyendo ciegamente que así debe ser?

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