martes, 21 de diciembre de 2010

Maricela Escobedo, sin respuesta (y sin vida)


En caso necesario, la parte que me corresponde personalmente hacer si llegase a ser víctima de cualquier delito es denunciarlo. Después de eso, hacer el papel de Ministerio Público poco tiene de realista ante el sistema imperante de procuración de justicia en México; Isabel Miranda de Wallace es la excepción.

Confieso que en pocas ocasiones en mi vida me he visto obligado a acudir al Ministerio Público para levantar una denuncia. En ninguna de ellas me he sentido satisfecho por la labor realizada de los que, se supone, me defienden. Hacer justicia por mi propia mano nunca se me ha dado, ni lo deseo.

Todo lo anterior lo expreso como consecuencia a un comentario que hice público en Twitter: “#MariselaEscobedo otro hashtag que visibiliza miles de muertes, siempre con el sello de la impunidad.” Motivo por el cual recibí una respuesta en este sentido: “impunidad no es culpa del gobierno sino nue(s)tra” (Edgar @ondadeedgarcito).

Desde luego no me siento culpable por la muerte de Marisela Escobedo y me parece un acierto el comentario de que, en efecto, hay culpables. Desde un punto de vista del “nosotros”, como sociedad, entendemos que tenemos obligaciones para exigir derechos. Y una obligación es levantar denuncias cuando sentimos que nuestros derechos están siendo violentados. Pero no nos corresponde actuar al mismo nivel de los victimarios. Marisela Escobedo hizo lo correcto: denunciar al asesino de su hija Rubí Frayre Escobedo. Y sabemos con qué se enfrentó; un sistema de justicia penal en Chihuahua que con todo y sus publicitados juicios orales no le otorgó, precisamente, justicia. Cosa no muy distinta al resto del país. Por ello Maricela Escobedo, junto a muchos otros, reiteradamente representa lo que miles de víctimas no han recibido (perdón por la insistencia): justicia. Los encargados de hacerla valer no están haciendo su trabajo para procurarla y en consecuencia son los culpables de tanta impunidad que beneficia a los victimarios.

Maricela Escobedo perdió la vida por pedir que el gobierno de Chihuahua cumpliera con su obligación. Ella nunca se puso al nivel del victimario de su hija y como integrante de la sociedad chihuahuense acudió a las instancias que las autoridades electas tienen como instrumento para hacernos justicia. Que se sepa, jamás utilizo salidas extrajudiciales para acosar al asesino de su hija. ¿Tiene la culpa de su propia muerte? ¿Hay que criticarla por utilizar la deficiente procuración de justicia?

Ahora resulta que el activismo de Maricela Escobedo en la lucha por darle la justicia debida a su hija se le revierte en su contra porque ella fomentaba la impunidad que no es culpa del gobierno sino de todos nosotros, según el punto de vista de Edgar.

Es sano buscar siempre diferentes aristas para cualquier tema, pero hay ocasiones en que tratar de ver el blanco en lo negro resulta pueril. Así de simple; la impunidad es la falta de castigo, donde casi siempre no hay culpables. Maricela Escobedo personifica por ahora una víctima más que, sin recursos más allá de los que el estado mexicano le proporcionó, lo único que obtuvo fue un silencio cómplice entre gobernantes y asesino. La respuesta para su denuncia: quitarle la vida. Ninguno de los que pensamos que hizo lo correcto accionamos el arma que cegó su vida. La negligencia, omisión, corrupción, complicidad del sistema judicial del gobierno de Chihuahua sí apretó el gatillo asesino.

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