jueves, 17 de enero de 2008

Carmen Aristegui contra el país de las maravillas


"Ésto no es un sueño"

La salida de Carmen Aristegui del noticiero Hoy por Hoy de la W-Radio por enésima ocasión remarca un problema que actualmente tiene México en diferentes ramas de la industria –y desde hace varias décadas-, en este caso de la comunicación: la excesiva concentración de las estaciones radiofónicas y televisivas en unas cuantas manos.

Que la empresa W-Radio rescinda el contrato con Carmen Aristegui lo puede hacer porque así lo marca su interés comercial. Todos los que justifican su existencia en base a números negros de los estados contables ya podrán estar contentos porque la “razón” económica está por encima de cualquier cosa; eso no se discute, dirán cínicamente. Luego entonces, el problema de esa deficiente distribución de los medios de comunicación –no para los dueños- se carga con todas sus pérdidas para todos los periodistas y radioescuchas que no tienen opción dentro del modelo de concentración en el espectro radiofónico mexicano. ¿Quién paga las consecuencias? ¿El público de Carmen tiene alguna forma de reclamar su derecho para escucharle a ella o a otro periodista, cualquiera que fuera su línea editorial? ¿Dónde queda el derecho a la información real? No el de ficción, que a todas luces está en letra muerta.

Porque en cosa de sumas y restas (lo corporativo pues, la empresa versus lo individual), en ese terreno la cosa está así: Mario Marín sigue de gobernador en Puebla; a Lydia Cacho le cerraron la puerta en la Suprema Corte; Felipe Calderón tiene arreglos políticos con Elba Esther Gordillo; Televisa y el grupo Prisa español son socios en W-Radio pero competencia en otros rubros; los anunciantes compradores de espacios publicitarios siguen rechazando la crítica con tinte político –hay que vender, sí, pero sin molestar al patrón-; los pederastas siguen tan campantes; la familia Fox-Sahagún en la impunidad…y Carmen Aristegui, al menos por ahora, no tiene ya ese espacio de expresión y su público tiene que tragarse el coraje. Todas las restas son para el simple ciudadano. Las sumas, en cambio, son para esa complicidad imposible de negar entre medios y Estado. ¿O acaso alguien con un mínimo de sensatez piensa que Carmen Arestigui sale de W-Radio porque así es la vida? No. La retiran, le quitan el espacio, para que el señor todopoderoso (aquí cada quien puede poner el nombre que más desee; dueño de estación, señor presidente, señor secretario: el resultado es el mismo), el señor haga patente su clara intención de controlar todo lo que suene a masivo; televisión, radio, prensa, cine… ¿Es una exageración? Tal vez, pero ahí está un dato: 11 familias controlan el total de 1,488 estaciones de radio en todo el país. ¡Viva la democracia!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este país deprime la mayor parte del tiempo, y lo que es peor o deprime más es ver que la mayoría de los mexicanos están enajenados y manipulados, es como si les gustara.Qué horror.