sábado, 30 de agosto de 2008

Marcha contra la inseguridad: cuando muchos exigen a pocos


Varios voceros oficiales del duopolio televisivo mexicano se apresuran a decir que la marcha contra la inseguridad en México no tiene tintes políticos. Qué bárbaros. Confunden el asunto de tal manera, producto de su ignorancia, a grado tal de no entender la diferencia entre la política y lo partidario. Afortunadamente lo que hoy demostró una importante cantidad de gente en todo el país es que su capacidad de movilización hace que tiemble el sistema político, incluidos los partidos políticos de cualquier signo o ideología.

Pronto empezarán a surgir los intelectuales oficiosos con sus discursos de que el ciudadano siempre tendrá su “arma” democrática: el voto. El voto para castigar a los políticos que no cumplan con su trabajo. El castigo casi divino que en México, más o menos, cada tres años “ilumina” al elector y le hace tomar la decisión correcta. Permítaseme dibujar una burla en el rostro.

Las movilizaciones ciudadanas sirven. Y más cuando se concretizan en demandas justas, necesarias, democráticas. Por ejemplo; la revocación de mandato. No es posible seguir dejando en la impunidad a políticos ineficientes, negligentes, corruptos, cómplices, simuladores y un largo etcétera por un mínimo de tres años, en el mejor de los casos, porque los seis años de una presidencia de la república son una ofensa mayor en la vida de cualquiera de nosotros.

Las movilizaciones son el foco amarillo que les dice a los políticos lo mal del estado de cosas. La habilidad y la responsabilidad de los buenos políticos, también los hay, es no permitir que se conviertan en focos rojos. Los desbordamientos de las movilizaciones son más comunes de lo que se piensa, esto la clase política lo sabe. En ese sentido puede parecer una insignificancia el hecho de que los organizadores hayan solicitado a los asistentes a la marcha abstenerse de no llevar pancartas. No fue así. La gente hizo caso omiso a la recomendación y muchos se expresaron desde su muy sentida y particular experiencia negativa con la delincuencia hasta exigencias más duras contra los responsables de todo esto; partidos políticos, gobernantes de todos los niveles, policías, ministerios públicos, jueces y una larga lista de cómplices con lo mismo que se quiere atacar.

Desde mi particular punto de vista la marcha fue un éxito y me parece que es el principio de algo en beneficio de todos los que somos mayoría y nos dedicamos a trabajar honestamente. Los plazos para los responsables se están acortando. La delincuencia, organizada o no, existe porque los altos niveles de impunidad han llegado a extremos intolerables. Pero también hay otros factores que, esos mismos políticos de siempre, saben que también son los directamente responsables de ello. Deficientes políticas educativas, descuido de aspectos sociales, culturales. Falta de empleos bien remunerados. Reformas con una orientación exclusivamente beneficiaria del poder económico de unos pocos. Políticas culturales en el olvido; valores morales, éticos, cívicos, por los suelos. Desde una simple “mordida” hasta los pactos de las altas esferas de políticos y militares con los narcotraficantes, toda en su justa dimensión, el país no tiene otra salida más que la movilización ciudadana pacífica, organizada y fuerte contra un sistema en crisis. Y para repetirles sin cansancio: si no pueden, renuncien.

Foto: Gato Azul

jueves, 28 de agosto de 2008

28 de Agosto de 1968



28 de Agosto: el movimiento estudiantil pierde la batalla por los símbolos. Dilapida varios y todo en cuestión de horas. Ello fue consecuencia, por una parte, de una intención pensada para minar el creciente apoyo popular que estaban ganando muy rápidamente los estudiantes y maestros. Pero también la propia inexperiencia de la dirigencia fue un factor superlativo en contra.

Desde un punto de vista científico, nadie en su sano juicio pensará que un pedazo de tela es México. Y aunque es de sentido común lo anterior, en la propiedad de las ideas la cosa es totalmente distinta. A través de la historia se ha aceptado, se ha pactado en cada país, que una combinación de colores e imágenes son, para todos, un entendido de la representación de lo nacional. Un símbolo común, entre otros, es la bandera.

Pues bien, en el más puro relajo y con la inexperiencia de algunos líderes (entre otros, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, representante de Chapingo), el 27 de agosto se decidió bajar la bandera nacional que de manera tradicional ondea en el Zócalo y subir otro símbolo; una pequeña bandera (en realidad un trapo) de color rojinegro, que en todo el mundo representa la huelga obrera. Cierto, los estudiantes estaban en paro estudiantil o si se quiere una huelga de estudios, pero, relacionar el símbolo por excelencia del movimiento obrero con la huelga estudiantil sin duda provocó una reacción de alerta en el gobierno. Grave error. Aunque algunos liderazgos abiertamente buscaban ampliar la lucha fuera del ámbito estudiantil, la realidad es que muy poco logró sumarse al obrero. En bandeja de plata tenía entonces el gobierno del Distrito Federal un pretexto idóneo para machacar con aquello de los “intereses oscuros y extranjerizantes”. Aunque la anécdota de esa fecha dice, en voz del CNH, que esa misma noche bajaron ellos la bandera de huelga e izaron la bandera nacional y que posteriormente empleados del Departamento del DF, aprovechando la madrugada y una vez desalojada la plaza por el ejército, pues simplemente volvieron a colocar otra bandera rojinegra, pero con la diferencia de ser ahora una bandera de enormes proporciones. De cualquier manera el resbalón fue utilizado en contra del Consejo y del Movimiento. Apresuradamente la mañana de ese mismo 28 de agosto el gobierno del Distrito Federal organizó al mediodía un acto con burócratas para quitar la bandera de huelga e izar la bandera nacional.



Con todo y su imagen progresista los estudiantes no dejaban de ser una clase beneficiada del avance económico. Muchos eran hijos de burócratas. La mayoría de ellos tenían también una tradición heredada de sus padres: las creencias en lo divino y su poder representado terrenalmente en la Santa Madre Iglesia. Para 1968 la mayoría de la población en el país se declaraba profesar la religión católica. No sería exagerado asegurar, en términos de porcentaje, que cuando menos un noventa por ciento así lo reconocía. Los estudiantes eran parte ineludible de esa estadística. No tomar en cuenta esa realidad fue, otra vez, un descuido imperdonable. Casi equivaldría a condenar a los líderes al fuego eterno por esa falta de visión, cosa que a muchos de ellos los llevará a la risa. “Son símbolos caducos”, replicarán varios personajes con tendencia de izquierda. Pues podrán decir misa, pero se equivocaron. Sin duda que la fiesta y el chacoteo estuvieron antes y por encima de muchas cosas pero…tocar las campanas de Catedral argumentando jolgorio. Bueno, vamos a ver; ¿cómo iba a desaprovechar ese retrato la industria mediática de la época, totalmente plegada a la manipulación orquestada desde el gobierno? Y la Iglesia tendría también su parte criticable; un lamentable ejemplo de ello se dio en el mes de septiembre de ese año en la sierra de Puebla en la población de San Miguel Canoa.



Con respecto a la manipulación de los significados y la utilización de los símbolos, es muy interesante para reforzar la idea el siguiente párrafo publicado en la nota del 27 de agosto de este 2008 en el diario La Jornada : “El caso límite que ilustra esta confluencia de intereses es el que se refiere al episodio de la inclusión en las primeras planas de la fotografía del mitin nocturno con el astabandera luciendo el trapo rojinegro, como parte de la línea inducida desde la Presidencia de la República. Así lo muestra la correspondencia sostenida entre Gabriel Alarcón, director de El Heraldo, y Díaz Ordaz, en la que el primero informa al presidente que ha comunicado a otros directores la pertinencia de utilizar dicha imagen para contrarrestar la influencia del movimiento, según consta en una documentación abierta recientemente a la consulta pública en el Archivo General de la Nación.”

Y para rematar con la deplorable utilización de símbolos, se manipuló a los asistentes del mitin en la noche del 27 para citar al presidente de la república el primero de septiembre en la Plaza de la Constitución (el Zócalo) a un diálogo público, según la propuesta de algunos liderazgos. Más ingenuidad imposible. Desde luego esta ingenuidad se explica en parte por el desbordamiento casi natural en un movimiento de masas, en donde decenas y cientos de individuos van tomando sus propias iniciativas. De ahí la responsabilidad de los líderes, tanto en lanzar propuestas provocadoras del enfrentamiento como aquellas moderadoras de posiciones radicales. Unos son responsables por dejar hacer y otros por no hacer. Una consecuencia directa e inmediata por algunos de esos desaciertos hizo su acto de presencia a la una de la madrugada. La posibilidad de un diálogo real quedaba rota.



El desalojo del Zócalo selló el rumbo definitivo de la historia del movimiento. La represión durante agosto había sido selectiva y discreta, por decir lo menos y para utilizar dos términos apropiados a lo inocultable. Nunca durante ese periodo de tiempo las brigadas estudiantiles movilizadas por diferentes rumbos de la ciudad y los varios mítines relámpagos dejaron de ser abierta o cautelosamente hostigados. La presencia policíaca y “porril” siempre estuvo para intimidar, cuando no de plano pasó a la agresión directa contra pequeños grupos de estudiantes. Algunas balaceras esporádicas contra diferentes escuelas están documentadas en la prensa de esos días Pero lo significativo durante todo el 28 de agosto, desde la madrugada, es la vuelta del ejército a los primeros planos con una represión que iría creciendo conforme pasaran los días. Los radicales de gobierno y los propios en los estudiantes empezarían a recuperar terreno. Los primeros, dentro de su lógica maquiavélica, además tenían cada vez más la presión del Comité Olímpico Internacional y la seguridad que éste exigía para los juegos de octubre. Los estudiantes, por su parte, tenían la presión interna para seguir por el mismo rumbo seguido hasta ese momento o “cambiar la forma de lucha”, lo cual significaba dejar en la práctica el control del movimiento a grupos muy politizados y con una marcada influencia de posturas socialistas o comunistas. Aunque el movimiento no estaba derrotado, las divisiones internas en el CNH irían creciendo. Incluso hoy todavía algunos líderes con el paso de su vida aún no reconcilian sus diferencias en sus decisiones y acciones de aquel año.

A mediodía de ese mismo 28 de agosto el gobierno del Distrito Federal organizó un acto conocido como “desagravio a la bandera” en el mismo Zócalo. Para ese efecto se citó a burócratas de diferentes dependencias oficiales y algunos sindicatos afines al gobierno. Esa concentración es un mal ejemplo de que también en las decisiones de gobierno, conforme se iban dando los hechos, los cálculos de las respuestas en la gente no estaban bien calibrados. Entre la habilidad de los estudiantes para infiltrar esa reunión de burócratas y la simpatía que muchos de estos últimos subrepticiamente tenían con el movimiento el resultado fue un fracaso para el gobierno. Descuido o provocación, los encargados de subir la bandera nacional la dejaron a media asta* y ese fallo fue aprovechado por estudiantes, que se habían mezclado con los empleados de gobierno, para gritar que se dejará así, como señal de duelo por la intervención del ejército. Con ese pretexto se desataron diferentes riñas con el objetivo de tener el control de la astabandera. Hubo varios momentos en que los mismos burócratas citados al acto empezaron a gritar “somos borregos, somos borregos”. La intervención de granaderos y militares para hacer un círculo alrededor de la bandera provocó diferentes enfrentamientos con manifestantes durante cerca de tres horas alrededor del Zócalo y sus calles aledañas. Los soldados, aunque esporádicamente, en diferentes momentos utilizaron sus armas para abrir fuego contra algunos edificios cercanos a la plaza. De ese día hay un documento fílmico que ya demuestra la trampa para utilizar impunemente a francotiradores. El camino para los rudos estaba despejado.



Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México, Tomo I, págs. 256-260.
Foto 1: El Universal.
Foto 2: Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación / Archivo Histórico de la UNAM / Colección Manuel Gutiérrez Paredes / MGP2496 , publicada en La Jornada.
Fotos 3 y 4: Secretaría de Gobernación/Manuel Gutiérrez Paredes, publicadas en La Jornada.
Foto 5: Wikipedia.

27 de Agosto 1968



La marcha del 13 de agosto fue un éxito para el movimiento estudiantil tanto en cantidad como en repercusión hacia fuera. En contraste, la convocatoria para el 27 de agosto, no obstante que superó ampliamente la participación en número de manifestantes del día 13, no fue aprovechada en toda su dimensión para impactar socialmente, ello debido a un error ya previsible dos días antes.

Desde el 22 de agosto la secretaría de gobernación a través de su titular (Luís Echeverría Álvarez) difundió un comunicado a nombre del Gobierno Federal que expresaba disposición a recibir a maestros y estudiantes para encontrar solución al conflicto de las últimas semanas en la capital del país. Ahí también se invitaba a un diálogo para esclarecer los orígenes del problema. Daba un énfasis en el sentido de que el gobierno había demostrado respeto para la manifestación pública y pacífica como un derecho constitucional. Aunque no dejaba de deslizar como una condición para el diálogo el propósito de terminar con la huelga y retornar a clases.*

El mismo 22 de agosto el CNH se da por enterado y pide al gobierno fijar lugar, fecha y hora para las pláticas, “con la única condición de que sean públicas”.* Para el 23 de agosto la asamblea es notificada de que el Oficial Mayor de la Secretaría de Gobernación aceptaba el diálogo público. Un día después el CNH, por medio de desplegado en prensa, ratifica su disposición al diálogo.* En apariencia todo bien.

El Museo de Antropología e Historia ubicado en el bosque de Chapultepec fue el punto de partida para la marcha, el Zócalo su objetivo. La columna de manifestantes fue tan grande que si alguien la observaba en un punto fijo, según algunas versiones periodísticas, era necesario utilizar más de tres horas para ver el principio y el final de la misma. En todo el Siglo XX mexicano nunca hubo mayor expresión popular que ese 27 de Agosto. Desafortunadamente otra fecha (2 de octubre) ha logrado sepultar aquella marcha impresionante, en donde miles de mexicanos salieron con la convicción en sus ideales y con el sueño de lograr una democracia real en oposición a la historia impuesta con cuarenta años de pri-gobierno y su autoritario presidencialismo. El Movimiento Estudiantil en la cúspide de la buena borrachera, la fiesta en su máxima expresión (eso que Luis González de Alba acertadamente ha intentado explicar para el 68). Eso fue el 27 de aquel agosto. Retar con las mentadas de madre, las groserías, las pancartas ingeniosas. Retar con los pocos años de vida (16, 17, 18), retar exponiendo la juventud, retar a un presidencialismo poderoso y con la piel muy sensible; todo ello era digno de verlo y admirarlo. Pero todo tiene un límite, diría Gustavo Díaz Ordaz.

Y esos límites peligrosos también estaban presentes en algunos líderes del Consejo. En las asambleas al interior del CNH tanto 25 y 26 de agosto se manifiestan propuestas claramente provocadoras con la intención de evitar el diálogo y relanzar la vía del enfrentamiento. Un personaje con esa carga histórica identificado por varios miembros del Consejo como uno de los directos responsables en bloquear la posibilidad de un diálogo con el gobierno está identificado en Sócrates Amado Campos Lemus (representante de la escuela de Economía del IPN), quien actualmente, además, ha sido señalado en varias notas periodísticas con supuestos nexos con narcotraficantes. De esos liderazgos se impulsó un tipo de (des)acuerdos con el enorme riesgo de retar directamente al poder presidencial. El 26 de agosto “...Anunciaron en el Consejo Nacional de Huelga que, concluido el mitin del Zócalo, es en este lugar (donde) se montarán guardias permanentes de varios estudiantes y maestros…hasta que se resuelva el conflicto.”** Es decir, al concluir la marcha del 27 un plantón en pleno Zócalo, acto que hoy por demás resultaría intrascendente. No en 1968. Hubo, sin embargo, líderes que siempre estuvieron en contra de ello. Por cierto, en esa actitud retadora poco hay que atribuir en el peso de la responsabilidad al segmento más combativo de jóvenes entusiastas con esa propuesta, la factura del error corresponde a líderes siempre concientes ellos de lo provocador del acto. Pero la intención era clara; debilitar al máximo la legitimidad alcanzada por el movimiento que pedía un diálogo público con condiciones favorables de un gran respaldo popular. Respaldo bien ganado y que le otorgaba una gran fuerza para contrastarla con el poder oficial. Todo ello en marcada oposición a un pretendido diálogo, forzado éste, a una forma tan ridícula como un plantón en el Zócalo hasta el primero de septiembre, día del informe presidencial; el día de la presidencia imperial, el día del sometimiento de todos ante un solo hombre. Llevar a los estudiantes contra esa pared fue un objetivo imposible de esconder por los infaltables extremistas que siempre hay en cualquier expresión social. ¿Quién, objetivamente, pensó posible aquello? ¿El presidente en su día dialogando con estudiantes?

Pero, claro, también está la parte de responsabilidad en los opositores a esa barbaridad. A ellos no les faltó anticipar las consecuencias negativas. Lo que faltó a esos líderes fue arrojo, voluntad, brío, para impedir en el mitin del Zócalo que Sócrates Campos Lemus manipulara a los asistentes al mitin del 27 (que no asamblea) incitándolos a permanecer en la plaza hasta el primero de septiembre. Habrá que recordar que Sócrates no estaba programado como orador en el mitin, por lo tanto: la astucia de uno le ganó a la de los otros. En suma, el pretexto para la represión estaba consumado. Era cuestión de horas para dejar en el camino un enorme capital político ganado por el movimiento. El clímax del 27 de agosto fue su manifestación, su anticlímax los efímeros campamentos instalados en el Zócalo durante las últimas horas del 27 y la madrugada del 28.

*Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México, Tomo I, págs 241, 242, 245.
**idem, pág 248.

Foto: Life, publicada en La Jornada.



lunes, 25 de agosto de 2008

Impuestos de la pobreza


Alguna vez escuché a la actriz Susana Alexander decir que en México tenemos todos los días “impuestos de la pobreza”; desgraciadamente cierto. Por mi parte entiendo la frase desde un punto de vista confiscatorio, que no recaudatorio. Unos menos, otros más, iremos pagando de manera forzada e involuntaria el desequilibrio de ingresos entre todos nosotros como mexicanos. Lo que la legislación considera “robo” algunas veces se asemeja mucho al impuesto. Nadie lo queremos pagar, pero es inevitable. Tarde o temprano todos pasamos a la báscula.

Ayer mi esposa Mary se disponía a utilizar nuestro auto –viejito, pero cumplidor-, cuando se encontró con el inconveniente de que la batería –pensó ella- estaba baja y no había corriente. Sin investigar más se dio a la tarea de pedir ayuda. Un vecino le auxilió para pasarle energía. Los clásicos par de cables hicieron su aparición. Pero al momento de levantar el cofre; ¡sorpresa! No tenía batería. Habíamos recibido la visita de los cacos. Ladronzuelos, habrá que consolarse, con intención de robar refacciones o accesorios de coches. Menos mal, se dice ya reiterativamente, que no fue todo el auto. Ahora mismo estoy buscando dónde debo dar gracias por eso.

Y mientras los pactos contra la impunidad y la violencia son motivo para las fotos de políticos, en el México Real la crisis social y el desempleo obliga a muchos a delinquir. El botín puede ser cualquier cosa; cobre, espejos, llantas, bolsas…o baterías. Sí, ya sé; nadie está justificado para hacerlo. Pero tampoco es posible pretender resolver la inseguridad si no se cambian políticas educativas, económicas y culturales que son las verdaderas raíces de la descomposición social. Problemas como el secuestro, estoy de acuerdo, exigen soluciones legales y de limpia en todas las policías del país. Sin embargo, el robo hormiga o los impuesto de la pobreza, ese desgaste cotidiano entre todos nosotros los ciudadanos de a pie, como un enfermedad grave, no tiene una solución simplemente policíaca.

viernes, 22 de agosto de 2008

UNAM-Ecovía: auto ecológico mexicano


Expertos del Laboratorio de Tecnología, del posgrado de diseño industrial de la Uiversidad Nacional Autónoma de México (DF), desarrollan un vehículo ecológico multifuncional que será impulsado con hidrógeno y celdas de combustible, informó Mauricio Arzate Pérez, coordinador de esa instancia universitaria.

El investigador aseguró que se trata de "la única tecnología en el mundo ciento por ciento limpia, pues no emite ningún tipo de gas contaminante", debido a que por la tecnología que usa en lugar de humo emite agua...

Nota completa: La Jornada
Foto: myhausmexico

miércoles, 20 de agosto de 2008

20 de Agosto 1968


El 20 de agosto la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas invitó a diputados y senadores en Ciudad Universitaria para establecer un puente de comunicación con el movimiento estudiantil. La respuesta al acercamiento no podía ser diferente de la ausencia. Ya para entonces un cuadro juvenil de Acción Nacional (Diego Fernández de Cevallos) hacía gala de su oportunismo político y fue el encargado de “disculpar” a los diputados de su partido (por ese tiempo era impensable la existencia de cualquier senador diferente al PRI). El líder de las Juventudes Panistas dijo que su partido no quería capitalizar el movimiento estudiantil en su favor y, el que en 1994 fue el candidato del PAN a la presidencia de la república, declaró una perla como esta: “tocó a su fin uno de los tabúes de México: el del presidencialismo.”*

Heberto Castillo, en oposición a los legisladores sumisos al poder ejecutivo (léase el presidente), integrante de la Coalición de Maestros, se atrevió a proponer que el diálogo con las autoridades fuera público y se utilizara para ello a Televisa de aquel tiempo (Telesistema Mexicano). La audacia para pedir aquello, visto de manera fría, pudiera ser ubicada dentro de lo absurdo. No lo era. El ingeniero Heberto Castillo, como una de las cabezas más destacadas de la Coalición de Maestros, sabía lo que pedía. Desde siempre la televisión en México, como empresa privada, ha utilizado una concesión del espacio aéreo, el cual es propiedad pública y sin lugar a dudas formalizado explícitamante en la Constitución. Eso y el impulso de estudiantes para llevar al gobierno a un lugar público le pedían la posibilidad al país para cambiar la tradición del autoritarismo por un reconocimiento del derecho a pedir y exigir repuestas a planteamientos democráticos. Un país, por cierto, donde todavía algunos sienten orgullo en escribir o declarar que la cuestión era cosa de capitalinos nada más. Las movilizaciones pues, estaban queriendo pasar de la calle a los resultados y acciones concretas; difícil de explicar y entender para los actores políticos en el poder de ese tiempo, acostumbrados a simplemente ordenar sin pasar antes, ni nunca, por los cuestionamientos. Su incapacidad para aceptar el diálogo era el resultado de cuarenta años controlados por aquella famosa dictadura de partido con una democracia llena de simulaciones y avejentada.

La cerrazón al dialogo tenía que encontrar su punto de salida. Una vez más el Consejo Nacional de Huelga convocaría a otra marcha para el 27 de agosto. En el librito del aprendizaje de los movimientos estudiantiles no podía ser de otra forma. El momento estaba a favor de salir una vez más a las calles; mostrar el músculo y pensar que el resultado obligaría al solicitado y reiterado diálogo…Por el lado del gobierno la suma de factores empezaba a ser demasiado pesada según su perspectiva; activismo real en un sector de los estudiantes para alcanzar un cambio en las estructuras de poder; la convicción de una conjura extranjera; el peligro de boicot para los Juegos Olímpicos; la inevitable intriga de la sucesión presidencial. Muchas jugadas para una sola carta: la represión.

Ramón Ramírez; El movimiento estudiantil de México, Tomo I, pág. 237.
Foto: El Universal

viernes, 15 de agosto de 2008

15 de Agosto 1968

El cuento del 68

Había una vez en México que…

“La corrupción de dirigentes estudiantiles –casi institucionalizada- prohijada por autoridades políticas y escolares; las reformas universitarias superficiales y burocratizadas y la preeminencia del interés utilitario que a costa de la moral ha elevado, en la educación y en las relaciones humanas, el provecho personal a la categoría de principio; la angustia de los jóvenes que habiendo aprovechado las oportunidades educativas, viven en la realidad dificultades para encontrar ocupación; las carencias económicas que sufren las grandes mayorías, de donde proceden muchos de los jóvenes inconformes; la desocupación y la subocupación creciente en el campo y la ciudad, y las estructuras políticas cerradas que niegan toda oportunidad de participación en la vida pública a quienes no se adhieren al grupo en el poder, son algunas de las cuestiones que con sinceridad deben ser analizadas por el Estado, las familias, los maestros, los estudiantes, los partidos políticos, los hombres de empresas y los mexicanos todos, con afán de resolverlas.” Este planteamiento no es de un rojillo idealista adiestrado en Cuba, no es de un impertinente ideólogo de izquierda con aires de falsa intelectualidad, tampoco de ningún líder del CNH. No. El cuestionamiento es de un respetable histórico del Partido Acción Nacional; su presidente en 1968, Adolfo Chriestlieb Ibarrola (declaración pública 15 de agosto de ese año)*.

Y pasaron los años y fueron muy felices…

“…y nos vamos a preparar con un programa de gobierno, con un programa legislativo, con un programa de gobierno municipal y con un programa de gobierno legislativo donde tenga una oferta clara, entendible, que apoye la seguridad, que apoye la educación, que apoye la salud y que apoye la generación de empleos.”; Germán Martínez Cázares, presidente del mismo partido 5 de julio 2008. Cualquier semejanza con la realidad no es más que la pura neta.



*Ramón Ramírez: El movimiento estudiantil de México, Tomo I, págs. 226-227.

miércoles, 13 de agosto de 2008

13 de Agosto 1968


Desde el inicio del conflicto los acontecimientos se van enlazando de una manera vertiginosa y aparentemente espontánea. Las reacciones de los estudiantes son, con escasa diferencia en tiempo, de una gran improvisación inmediata a la represión de los últimos días de julio. Incluso la marcha del primero de agosto respaldada por el rector de la UNAM en defensa de la Autonomía surge, utilizando una expresión coloquial, “en caliente”. Pero en la marcha del 5 de Agosto hay un cambio cualitativo. Los comités de huelga o los comités de lucha, tanto en la Universidad como en el Politécnico, dejan de lado la improvisación y se integra una alianza que cambiará la perspectiva de violencia por una lucha democrática. Se concretiza entonces una demanda respaldada por la mayoría (el pliego petitorio de los seis puntos) y se crea una representación como interlocutora de los estudiantes (CNH) frente a su adversario natural; el gobierno.

La marcha del 13 de Agosto tiene todo menos improvisación. Es uno de los momentos más simbólicos y memorables para el Movimiento. Los comités de huelga, que hoy no tienen más que ese membrete porque carecen de identificación, es decir, al paso del tiempo han ido perdiendo los nombres reales de sus líderes; fueron ellos junto con ellas, los verdaderos artífices en generar el impresionante y alentador apoyo masivo. Masas con anónimos brigadistas, simpatizantes, activistas, manifestantes, todos dignamente presentes en el imaginario colectivo capturados para la memoria en instantáneas de fotografías. Imágenes siempre llenas de rostros alegres y dispuestos a continuar con algo muy cercano a la fiesta; eran los días del buen desmadre. Lo cual es y será consustancial a cualquier joven del mundo no importando nunca la época. Jóvenes, por cierto, inmersos la gran mayoría de ellos en aquello de la famosa clase media, cuando menos la de México en los años sesenta.

Aunque siempre habrá quien desacredite aquella apasionada energía. Argumentos ideológicos, políticos, sociales y culturales para ignorar esos días son parte de la polémica. Pero cuarenta años después minimizar esos días con interpretaciones simplistas y parientes de la discriminación son, por decir algo, sorprendentes. Producto de un autoritarismo férreo y obsesionado en señalar a una parte de los protagonistas como “revoltosos” es ya lugar común, pero querer “explicar” el 68 mexicano, escribe un editorialista de El Siglo de Torreón, como “un fenómeno puramente chilango…” y “…uno de los mejores ejemplos de cómo la chilangada piensa que todo lo que sucede en su pavimentada geografía es cataclísmico acontecimiento nacional”*, por demás es un clara muestra de cómo las interpretaciones sin sentido reflejan, en el fondo; a) una burla para las víctimas y b); ligar todo lo sucedido exclusivamente a la tragedia de Tlatelolco.

La marcha del 13 de Agosto es un ejemplo de organización –para aprender de errores y aciertos-. No comprenderla, como momento histórico, es creer que el pasado no tiene ninguna trascendencia en nuestro presente. Es creer, por ejemplo, que el “error de diciembre” en 1994 sólo fue una devaluación del peso mexicano, que como tal ya pasó y habrá de dejársele en el olvido; lastimosamente sus consecuencias las seguimos pagando todos. El mismo editorialista que cito en el párrafo anterior escribe: “La presidenta socialista de Chile (y esto ocurre en todo el mundo) cada semana saca las tanquetas de agua a presión a las calles para meter al orden a revoltosos callejeros…especialmente estudiantes.”

Precisamente porque Michelle Bachelet conoce de Historia, por lo mismo saca “tanquetas de agua a presión”. Repito; de agua a presión. Precisamente porque el 13 de Agosto de 1968 nada tiene que ver con represión, con tanquetas, con muertos, con “revoltosos callejeros”, es una fecha, en contraste para bien, quizá uno de los máximos puntos de coherencia para el Movimiento. Los revoltosos se convirtieron en un dolor de cabeza serio para el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz; de no haber sido así otra historia sería. Miles, los que cada posición ideológica quiera reconocer, salieron ese día con la convicción para gritarle de frente a un poder hegemónico que el estado de las cosas no marchaba bien. Justamente en este 2008 esperamos muchos el próximo 30 de agosto para salir a las calles y protestar porque, otra vez, las cosas actualmente no marchan nada bien: están de la fregada, entre muchas más, en materia de seguridad. No faltará quien se apresure a decir que las marchas nunca sirven para nada. Sí sirven, cuando las causas están fundamentadas en un genuino reclamo popular.

Ni futuro ni pasado se pueden vivir, pero sí se puede conocer el pasado para intentar tener menos incertidumbre del futuro. Quizá el menosprecio a la importancia histórica de ese año 68 esté relacionada con la descalificación para varios líderes que años después traicionaron el sentido del Movimiento. Deborah Cohen y Lessie Jo Frazier exploran nuevas respuestas en ese sentido: “El movimiento se convirtió sinónimo de una vanguardia que privilegiaba la estrategia política y el saber de un círculo interior por encima de las acciones de miles de individuos. Las labores de brigadas sumamente independientes se perdieron, con lo que esta versión del 68 se volvió muy similar a otros movimientos de la época. Dicho con otra palabras, la experiencia de un puñado de vociferantes líderes varones se convirtió en la experiencia del movimiento, lo cual chocaba directamente con los objetivos generales de apertura e inclusividad.”** Tal vez por aquí se encuentre la respuesta al rechazo de algunos críticos no a esos días, sino a varios ex-líderes beneficiados en y por la burocracia política mexicana.

Sin embargo, lo anterior no es motivo suficiente para olvidar lo positivo. Porque en la vida de algunos seres humanos, mexicanos qué caray, capitalinos -¿qué importa eso?-, hubo emoción un 13 de agosto para encontrarle un significado distinto a la palabra “Zócalo”; emparentándola con un triunfo en contra del sistema imperante. ¿Por qué ver eso con simpleza? En ese caso, hoy podemos despreciarnos a nosotros mismos y pensar en nuestro presente con una sociedad civil incapaz de crear estrategias para contener y rechazar al narcotráfico. "Ilusos", se nos podrá reprochar: yo no lo pienso así. Porque entonces; ¿para qué sirve la experiencia de otros?; ¿se debe partir de cero o podemos utilizar favorablemente el camino trazado?; ¿el inmediatismo del ahora no requiere, no necesita de lo pasado?



*Cohen/Frazier, México 68: Hacia una definición del espacio, pág 603.
**Francisco José Amparán: Editorial El Siglo de Torreón “El ’68 revisitado” (domingo 20 julio 2008).
Foto 1: UNAM, Fondo Manuel Gutiérrez Paredes (pubicada por La Jornada).
Foto 2: El Universal.

sábado, 9 de agosto de 2008

8 de Agosto 1968



En lo primeros días de agosto el movimiento estudiantil se fortalece con un efecto dominó en diferentes escuelas, facultades, institutos. Un sector importante de profesores de la UNAM, Normal de Maestros, Chapingo, el Poli, también decide unirse al paro estudiantil con la creación de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas. La efervescencia era total.

Mientras, el gobierno decide confinarse y confiar en la incapacidad de los líderes para llevar el control de una diversidad de corrientes al interior del movimiento; apostando a la atomización de la protesta y a su desmovilización quitándoles el argumento de la represión. Por otro lado, el mismo gobierno intenta desviar la solución al pliego petitorio con un acercamiento entre el regente del Distrito Federal, Alfonso Corona del Rosal, y el Dr. Guillermo Massieu, director del Instituto Politécnico Nacional (IPN), siempre simulando la conciliación. A pesar de que por esos días la huelga estudiantil se sostenía con pocos cuestionamientos, el director del IPN incluye en el debate la necesidad imperiosa de terminar su calendario escolar. Al menos por ese tiempo el levantamiento de la huelga no era una cuestión importante y la intención de dividir al estudiantado, sobretodo al politécnico, se cumplió muy limitadamente.

Agosto también marcará en la historia al movimiento como estudiantil…Nunca alcanzará lo que algunos líderes pretendían; llegar a otros sectores sociales para alcanzar objetivos semejantes al Mayo de los estudiantes en Francia, donde la unión de estos con obreros se concretó en la práctica y la intención de obtener el poder real estuvo muy cerca de cumplirse. Los estudiantes en México sí tenían una simpatía de amplios sectores de clase media pero nunca lograrían impactarla sustancialmente y menos aún conseguirán una alianza significativa y trascendente con el sector obrero, y ni para que mencionar a los campesinos quienes vieron pasar el movimiento como algo muy alejado a su realidad.

Sergio Zermeño escribe en relación a las debilidades del movimiento: “Y es que movimiento y dirección se encuentran sometidos a una dinámica de relaciones sociales que deriva de una triple dependencia: a) en función de una alianza estratégica interior sumamente endeble; b) en función de las respuestas y decisiones de un adversario para el que la correlación de fuerzas es favorable de manera desproporcionada, y c) en función de la respuesta de unos sectores populares que no llegan nunca a brindar su apoyo abiertamente pero sobre los que la esperanza jamás se perdió”*

Moderados contra radicales, "blandos" contra "duros"; son hasta la fecha mutuas recriminaciones que se hacen los ex lideres del 68. Los duros no dejan de repetir que se cometieron diferentes errores al no vincular a los estudiantes con los obreros, ello confirmado por declaraciones de la época y su reiteración al paso del tiempo. Por lo cual, esto último no deja lugar a duda para situar a algunos sectores dentro del CNH con un claro objetivo de alcanzar el poder real; son los grupos que Luis González de Alba, reconoce, fueron dando los pretextos que necesitaba el gobierno para la represión. Los moderados, por su parte, exponían un discurso basado en preceptos constitucionales, institucionales, de libertades democráticas, diálogo público para la solución del conflicto, etc; tenían pues, en su contra, la crítica constante de no vincular la lucha por la democracia con el programa de una revolución socialista. A pesar de esas posiciones en apariencia irreconciliables, el CNH les dio espacio a todas las expresiones y maneras de ver el movimiento. Su mérito fue darle representatividad a todos los comités de lucha o comités de huelga en todas las escuelas. De igual importancia, que debe ser visto como positivo, fue dejar dirección única en la reponsabilidad del CNH; nunca había existido una experiencia de esas dimensiones en la historia político social del país. Demasiada responsabilidad, pero ahí está el hecho para quien lo sepa comprender en otro momento. Hay fuertes críticas para lo que a la postre no sabría resolver el Consejo, como aquello de no poder encauzar lo extremo de algunas posiciones. En descargo de esas críticas injustas hay que recordar que ello no es nada nuevo en un movimiento de corte democrático ni tampoco es exclusivo del 68.

38 comités de lucha tomaron acuerdos el 9 de agosto:
“1. El Movimiento Estudiantil queda integrado, a partir de esta fecha, bajo las siguiente organización:
“a) Asamblea Plenaria, con soberanía y poder político de decisión.
“b) Consejo Nacional de Huelga, integrado con las siguientes comisiones: Relaciones con Provincia, Brigadas, Propaganda, Finanzas, Información, Asuntos Jurídicos. Estas comisiones están integradas por dos representantes de la Universidad, dos del IPN, uno de Chapingo y uno de la Normal.

“2. Se acordó rechazar la respuesta al pliego petitorio, dada por el licenciado (Alfonso) Corona del Rosal, lo que se hará del conocimiento público a través de un manifiesto.
“3. Se realizará una manifestación estudiantil-popular con participación de profesores, el próximo martes 13 de agosto, misma que partirá del Casco de Santo Tomás para culminar en el Zócalo.”**

A ver, jóvenes de 17 y 18 años, máximo en promedio, participando en una dirección de un movimiento de masas (alumnos representantes de vocacionales y preparatorias) junto a otros también jóvenes de facultadas y escuelas. Por supuesto que en esa intervención política había gente con una trayectoria de lucha estudiantil de varios años atrás, pero sin duda era la minoría. En contraste, el Consejo Nacional de Huelga se nutrió de gente con mucha disposición para colaborar pero sin experiencia previa, seguramente motivados básicamente por la avalancha de los acontecimientos; sus decisiones para la hora de tomar acuerdos debieron haber estado más llevados por el momento sin dedicar demasiado tiempo al análisis de las circunstancias, lo cual es perfectamente comprensible, entendible y poco criticable. Al respecto, el movimiento les debe mucho a esos jóvenes que no querían perder el tiempo en largas y tortuosas asambleas manipuladas por los extremos minoritarios de diferentes corrientes; infaltables, según la norma, en cualquier grupo político. El arrojo y la valentía fueron una cualidad de este grupo de jóvenes. Sus acciones estaban basadas más en la intuición y la energía natural de la edad; lo que al principio les sirvió para darle un gran porcentaje de vida al movimiento. Esa característica positiva se les revertiría y serían también el segmento de edad que más víctimas aportaría a la historia; eran, y ahora son, los dueños de ese carácter romántico que al paso del tiempo ya no es posible arrebatarle a ese año 68 en México. Los líderes con más experiencia de participación activa en otras luchas estudiantiles, en cambio, orientaban sus acciones y decisiones a la lucha por el poder (tanto al interior del CNH como en la intención de obtenerlo a nivel nacional); lo quieran reconocer o no los diferentes ex-líderes vivos cuarenta años después. Participaron, sí, en ese mítico año, pero eran ya jóvenes –no todos, claro- con un corazón curtido (dicho sea con todo respeto, ciertamente envejecido), prevenido ya de las infaltables traiciones, intrigas y corruptelas del México de la política, sea de izquierda o derecha. Sin embargo, para todos tendría su ración de cariño el poder del Estado mexicano; a unos les daría macanazos, balas y cárcel. A otros cárcel y premios. Es en esto último donde muchos nombres no pasan la prueba del añejo.

*Sergio Zermeño, Mexico: Una democracia utópica, pág. 118.
**Ramón Ramírez, El movimiento estudiantil de México. Tomo I, pág. 206.

Foto: El Universal

Parece magia


Desaparecieron las entradas repetidas. La lección es no hacerles caso.

jueves, 7 de agosto de 2008

Aclaración, no creo en la magia

Desconozco la razón, pero las dos últimas entradas están repetidas (4 y 5 de Agosto 1968); intenté corregir el asunto y lo único que logré fue perder el tiempo. Espero encontrar la respuesta más adelante, por lo pronto decidí así dejarlas. Lo curioso del caso es que en la entrada titulada 4 de Agosto 1968 se mira la misma foto en diferente tamaño; sí recuerdo al respecto yo haber hecho el cambio en la misma y no sé qué pasó. Otro detalle del enredo es que la entrada 5 de Agosto 1968 sí la puedo eliminar pero invariablemente lo hace con las dos. Y en 4 de Agosto 1968 es imposible eliminarla. Si de algo sirve para resolver el rompecabezas me viene a la memoria que cuando subí esas entradas las instrucciones en la pantalla del editor aparecieron en inglés, además en el archivo del blog correspondiente a agosto la cuenta de las entradas del mes es correcta y no contabiliza las repetidas. En fin, como no soy un adentrado en el lío sólo dejo esta aclaración.

martes, 5 de agosto de 2008

5 de Agosto 1968



Un paso con calidad fue el aportado por el Politécnico ese día 5 de agosto. Con una convocatoria para una marcha que partiría de su Unidad Profesional de Zacatenco a sus instalaciones en el Casco de Santo Tomás, los estudiantes en su mayoría politécnicos se quitan para siempre el último intento de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos para intervenir en la manipulación de la protesta. Con una amplia participación –entre 50 y 60 mil asistentes, según diferentes versiones- la unidad Poli-Unam estaba robustecida. El pliego petitorio de los seis puntos fue la demanda principal de la marcha. Además los líderes estudiantiles del Poli le pusieron plazo: 72 horas para una respuesta oficial.

72 horas que el gobierno va a ignorar, a propósito del año, olímpicamente. Ese ignorar propiciaría para los estudiantes otro salto favorable para ellos; la consolidación de una organización estudiantil con dirección única: el Consejo Nacional de Huelga.

La memoria colectiva de ese año desafortunadamente se ancla en los sucesos trágicos de octubre. Agosto tiene muchas lecciones positivas que pueden ser ejemplo para la historia en general de ese año y del país para todos los tiempos. Es muy valioso recuperar la importancia que desde un principio aportó el Politécnico con sus estudiantes y algunos de sus líderes. Ellos fueron los primeros en recibir la represión, fueron los primeros en irle dando forma al pliego petitorio y aportaron un entusiasmo contagiante, documentado en diversos testimonios, que además reconocen la valentía y el pragmatismo de sus jóvenes, quizá idealistas, pero con una honestidad a toda prueba que sería fundamental para recibir la simpatía del ciudadano común. Cuando menos por ahora el Polí estaba presente sin ataduras.

Foto: El Universal

lunes, 4 de agosto de 2008

4 de Agosto 1968


Aunque la huelga estudiantil como una forma de protesta ya estaba presente desde el día 28 de julio tanto en el Politécnico como en la Universidad, diferentes escuelas y facultadas fueron realizando asambleas para formalizar sus comités de huelga. Era notorio que había coordinación estudiantil, pero todavía no se daba una dirección única. Con ese tipo de organización fue posible llegar a un acuerdo. Las demandas expuestas en un compromiso escrito se formalizaron el 4 de agosto en el que sería, a través de los días, un reiterado pliego petitorio de seis puntos base. Algunos de esos puntos ya habían sido considerados durante días previos en varias escuelas. Formalmente en esta etapa del movimiento son los comités coordinadores de huelga los que llevan la parte visible de la dirigencia. La capacidad de organización resultó entonces sorprendente tanto en número de activistas como en su respuesta para el embate oficial que ya estaba en marcha dentro de la estructura mediática de la época. Agosto fue el tiempo para la defensa de la huelga estudiantil. Los comités coordinadores de huelga surgen de nutridas participaciones en asambleas, las cuales van organizando esa imagen que caracterizaría la popularización del movimiento; brigadas de boteo, pintas, volanteo, mítines relámpago. Cuando menos en agosto el gobierno, tanto capitalino como federal, aparenta un “dejar hacer” a los estudiantes y concentra su energía en una guerra de declaraciones mediáticas.

La necesidad de encontrar un punto de encuentro al que los estudiantes poco más adelante denominarán como “diálogo público” con su contraparte (gobierno capitalino y federal), en realidad se convertirá en dos monólogos radicalizados. Los moderados dentro de los estudiantes así como sus similares en el gobierno irán perdiendo, poco a poco, un espacio para encontrar salida con beneficios para ambas partes. La palabra negociación será para unos y otros algunas veces sinónimo de traición y otras sinónimo de debilidad.

1.Libertad a los presos políticos. Planteamiento por muchas razones ubicado en primerísimo lugar y con poco margen para que el gobierno diera respuesta satisfactoria. El punto era audaz, pero imposible de ser aceptado. Aunque en los hechos existían presos políticos, el poder, acostumbrado a simular, no podía permitir reconocer el punto. Siempre se había dicho –y se dice todavía- que en México no hay presos políticos; por lo tanto no había a quien liberar puesto que no existían, según el discurso oficial. Con todo y la consideración de ser un punto con sólidos argumentos de parte de los estudiantes y servir de fuerza ideológica al movimiento; el salto que se pretendía dar con este posicionamiento era demasiado pesado para el autoritarismo presidencial. No estaba mal tener una mira de alto alcance, lo complicado era comprobar en el terreno de los hechos quién y dónde estaban los presos políticos. Y en ese terreno el poder del Estado con sus instituciones jurídicas amañadas tenía la batalla ganada; estaban presos por delitos hechos a la medida para los luchadores sociales, pero no por sus ideas. En ese sentido, faltaban pocos meses para que muchos de los líderes del movimiento sintieran en carne propia la maquinaria legalista y pasaran a ser, ahora ellos, presos políticos disfrazados de delincuentes comunes.

2.Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como también del teniente coronel Armando Frías. Un punto con carga política que cualquier gobierno puede considerar para aceptarlo y ganar legitimidad, además de tiempo…pero, otra vez, la posición inflexible del gobierno federal (hay que considerar que no era decisión del Regente aceptar o no el punto) no lo iba a permitir. Eso demostraba debilidad, según su visión.

3.Extinción del cuerpo de granaderos, instrumento directo de la represión, y no creación de cuerpos semejantes. Punto por demás ingenuo. Hasta la fecha existe el cuerpo de granaderos. En todo caso también el ejército intervino en la represión y nadie pidió entonces su desaparición. Quizá no fue un error proponer este punto si se le considera simplemente como una bandera con una enorme simpatía popular; nunca las policías en México han tenido la confianza de la sociedad, pero de ahí a pedir su desaparición había un enorme trecho; trecho insalvable.

4.Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal (delito de disolución social), instrumentos jurídicos de la agresión. Petición formal que volvió a aparecer en las demandas estudiantiles de ese año. Ya había varios antecedentes con igual demanda en otros movimientos. La mejor carta jugada por los estudiantes. Una forma hábil para demostrar el verdadero rostro represor del Estado y ponerlo en la arena de lo político social como una necesidad para una mejor convivencia entre gobernados y gobernantes. Con el tiempo, después de la represión de ese año, los estudiantes recibieron su respuesta positiva para ese punto.

5.Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos, víctimas de la agresión del viernes 26 de julio en adelante. De elemental justicia. Sin embargo, hay que recordarlo; incluso hasta la fecha no se ha dado respuesta satisfactoria al punto, no ya con una reparación del daño, sino cuando menos un reconocimiento oficial para el nombre de las víctimas.

6.Deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades a través de la policía, granaderos y ejército. Igualmente para este punto tendría que pasar muchos años después para darle presencia real a los derechos humanos en organismos autónomos que sean vigilantes de los actos de autoridad. Con limitaciones en la actualidad, pero punto a favor ganado por los estudiantes.

Por cierto, la conjura extranjera sostenida por la versión oficial para explicarse la revuelta carece de argumentos cuando se le da un repaso mínimo al pliego petitorio. Por ningún lado aparecen demandas con ideologías producto de la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. Pero también es importante recordar que al interior del estudiantado se manifestaban grupos extremos de diferentes corrientes, tanto de derecha como supuesta izquierda. Ahí estuvieron demócratas-cristianos, comunistas, trotskistas, guevaristas, maoístas, socialistas y varios menores etcéteras, sin dejar de considerar a infiltrados financiados oficialmente. Todos, grupos que sí llegarían a tener parte de responsabilidad en provocaciones con consecuencias funestas.

Foto: El Universal

viernes, 1 de agosto de 2008

Molotov, entrada prohibida para matamorenses

Esta entrada no la puede ver ni oír si usted es habitante de la ciudad de Matamoros, Tamaulipas. Por órdenes expresas de su alcalde, Erick Silva Santos, tiene estrictamente prohibido chutarse a Molotov. Su alcalde tiene un compromiso claro y firme con ustedes los matamorenses, absténganse de hacer click en el video; en él hay muchas majaderías que únicamente el resto del mundo decide oírlas o no. Por ustedes ya decidió su presidente municipal. De antemano muchas gracias por su sumisión.


1 de Agosto 1968


“¿Qué lo orilló a encabezar la manifestación?”, pregunta Gastón García Cantú a Javier Barros Sierra; “Desde luego hay que recordar que para esas fechas, y aunque hubieran transcurrido muy pocos días desde los sucesos violentos de la última decena de julio; ya estaba integrada prácticamente toda una organización estudiantil y que ésta había decidido que era necesario salir a manifestarse públicamente. A mí me invitaron a encabezar esa manifestación. Yo les hice ver que, de acuerdo con mi carácter de rector, yo no podía participar en un acto semejante, a menos que en ese desfile nos limitáramos a expresar las protestas estrictamente universitarias con exclusión de cualquier otra cosa; es decir, no porque no nos solidarizáramos con ellas en nuestro carácter de simples ciudadanos, sino porque había que cuidar a la institución…Una primera condición para que yo participara fue que, desde luego, la manifestación fuera pacífica, ordenada…se discutió mucho con los estudiantes sobre el recorrido para, finalmente, ponernos de acuerdo en que fuese el que al final siguió esta manifestación. Fue notable que, salvo unos cuantos provocadores, la inmensa mayoría de los estudiantes hubieran respondido positivamente absteniéndose de todo intento de desviar la manifestación hacía el centro de la ciudad, que era la intención de los provocadores.”*

Y la manifestación fue un rotundo éxito. Marcharon juntos ya para entonces contingentes de la Universidad, Politécnico, la Universidad de Chapingo, Normal de Maestros; nunca antes en la historia de movimientos estudiantiles mexicanos se había dado una coyuntura así, ni en cantidad ni en calidad se tenía precedentes. El libro de la receta contra movimientos de oposición no le estaba resultando al gobierno. ¿Cómo que el rector de la UNAM apoya a los revoltosos? ¿De dónde salieron cien mil manifestantes? ¿¡Qué!? ¿La gente les aplaudió durante todo el trayecto? ¿Esa masa obedeció a sus líderes y no cayeron en la trampa para desviar la marcha? ¿Quién jijos está atrás de esto?

La protesta tuvo una gran fuerza contra los hechos de violencia gubernamental, haciendo a un lado, cuando menos en el terreno de los enfrentamientos, diferentes posiciones extremistas de días previos. El 1 de Agosto obligó a replegarse a todos aquellos provocadores señalados por Barros Sierra, así como a los radicales al interior del estudiantado, lo cual a su vez benefició la imagen popular del movimiento. En la calle estaban estudiantes organizados gritando por montones a los cuatro vientos cosas como “democracia”, “libertad de expresión”, “libertades políticas”… ¿Qué tan comprometedor era eso en México durante 1968? ¿Qué tan comprometedor es hoy?

*Javier Barros Sierra, 1968: Conversaciones con Gastón García Cantú págs 96-97.
Foto Rodrigo Moya (publicada en La Jornada).