La Navidad para todos

De niño era emocionante pensar en los regalos. Así es para los niños de ahora, cuando menos de aquellos que en casa tienen dinero suficiente para cumplir con los pequeños caprichos hechos obsequios. Hoy no tengo, ni me interesa, ni quiero tener el ánimo para hacerla de Grinch. No puedo. Sería una maldad decirle a mi hija Dafne que hoy no hay cena, no hay regalos y todos nos vamos a la cama normalmente.

Veo y leo los buenos deseos que nos hacemos todos por estos días; y quiero creer en ellos. Escucho las palabras de quienes evocan el sentimiento profunda y sinceramente religioso con el nacimiento del niño Jesús y no tengo el menor problema para aceptar que es parte de la vida (o la cultura) tener o no creencias en seres divinos.

Me gusta sentir que hoy es día de fiesta con el significado que cada quien le queramos dar. Que muchos (y vaya que son muchos) nos expresen su creencia en un Niño Dios yo lo saludo con mucho gusto y con el deseo profundo de que su mensaje de paz y amor se convierta en realidad para todos en cualquier parte del mundo. Repito, no comulgo con el Grinch.

Cuando menos yo he decidido darme una pausa. No me interesa polemizar (por ahora) si estamos inmersos en el comercialismo y hemos olvidado el significado de esta fecha para el mundo cristiano. Me queda claro; los buenos deseos a nadie le hacen daño. Dar o recibir es parte del ritual y negar el hecho también tiene su lugar, el punto es convivir. Que todo el que así lo crea y lo sienta tenga hoy y mañana una feliz fiesta navideña, es mi deseo. Así como, de corazón, lo mejor para todos. Los niños de hoy y siempre se lo merecen.