lunes, 17 de septiembre de 2007

Fox y Martita ya ni la burla perdonan





¿Extrañas algo de Los Pinos?
¿Cómo ves? (señala el ventanal que da al lago)
¿Crees que tengo algo que extrañar?

¿Para qué sirve saberlo? Nunca se ha tenido desconocimiento de que los expresidentes no están en la ruina económica. Al contrario. Entonces, ¿para qué decirlo? ¿Para qué gritarle al país con sus 40 millones de pobres que los Fox se la pasan de cachondeo? ¿Por qué presumirlo? ¿Cuál es el mensaje? Quizá uno de ellos sería que la politiquería mexicana sí deja y la invitación explícita a participar de ella. O que el país siempre ha sido un barril sin fondo y da a manos llenas a sus pocos privilegiados y beneficiarios.

Entiendo que algunas publicaciones le muestren al mundo de los ricos a sus ricos. ¿Qué hay de malo en eso? Hay muchas maneras de defender lo anterior; acaso libertad de comercio, libertad de expresión, especialización de nichos de mercado; como sea. Un periodismo que así se define tendrá en consecuencia sus lectores fieles. Gajes de la democracia. Pero de eso a que la pareja expresidencial se explaye de manera ofensiva con su riqueza –no me interesa precisar si es bien o mal habida- hay una diferencia de enorme importancia.

En la expresión popular se dice que el mexicano no quiere que le den, quiere que lo pongan donde haya. Es así como el viejo pensaba. Y es así como se le sigue trasmitiendo el mensaje al joven. Porque los enemigos políticos de Vicente Fox y Marta Sahagún entenderán entre líneas la decisión de estos para retratarse en una revista como Quién. Esos viejos códigos y señales perversas están por encima de la humillación al resto de los mexicanos y mexicanas. Que al fin y al cabo la gente ya se lo tiene por tragado; unos cuantos tienen todo y la enorme mayoría no tiene nada. La burla no es para los eternos políticos mexicanos –ellos ya se buscarán sus recursos para seguir sacando ventaja-, la burla es para todos los imbéciles que sin razonar degluten frases breves e insustanciales como el “gobierno del cambio” o ahora “el presidente del empleo” y su “México ganador”.

Ningún expresidente merece la pobreza, como debiera ser para cualquier mexicano. Lo despreciable de los Fox con la exhibición de su riqueza no radica en los bienes materiales que se empeñan miserablemente en mostrar. Es su poca calidad humana para entender lo que significa vivir en un país de desigualdades insultantes lo que los rebaja al nivel de méndigos. La mendicidad cotidiana de nuestras ciudades no es cosa que le interese a ningún expresidente. ¡Vamos México! habría que gritarle a las miles de parejas indigentes –cuando no sea el extremo de los solitarios- que en el día a día transitan por las calles con notable dignidad. Lo más seguro es que su pobreza no la sepan entender y mucho menos explicar, pero desde luego la sienten, la transpiran, la padecen con la incertidumbre de cada minuto.

En un crucero de la ahora centenaria ciudad de Torreón -con magnífica foto de cibermakis- el contraste entre la pareja Fox y la pareja del triciclo ¡Vamos México! -ese México que disimulamos no ver- toma distancia de la burla y encuentra explicación a la miseria de unos por lo miserable de otros.

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