sábado, 2 de febrero de 2008

The Same Thing


En el desfile de nombres en la Historia de la Música de Blues, y estoy seguro que también para otros géneros, la utilización de los adjetivos para describir o calificar a los diferentes autores o intérpretes siempre deberá asumir el riesgo de no ser lo suficientemente justo o en el extremo contrario, exageradamente puntualizado.

No faltarán apelativos como extraordinario, magnífico, inigualable, estupendo, prodigioso, fenomenal, etc, etc. Palabras que pueden tener un significado distinto en dos personas al mismo tiempo. O palabras que algunas comentarán como exageradas, desproporcionadas. En cualquier caso, sin importar los calificativos, tanto los compositores como aquellos que tenemos el privilegio de escucharlos somos “huellas dactilares” que no repetimos la experiencia siempre igual; el primero se recrea en su obra y los segundos nos regocijamos con la obra; volver a producir o gozar algo nuevo con aparentemente lo mismo. Así lo dice Josefa Lacárcel Moreno (Psicología de la música y emoción musical, Eduacatio, n.º 20-21. Diciembre 2003 pág. 221-222): “Pero es importante que seamos conscientes de que a nivel individual, existe un cerebro irrepetible, diferente y distinto en cada uno de nosotros, que recoge en su estructura y funcionalidad toda la historia personal, biográfica, genética, biológica, cultural y social, que lo ha moldeado y desarrollado diferenciándolo del resto. Cuando cantamos o interpretamos alguna obra musical, tocamos o improvisamos en un instrumento, componemos, escuchamos ... en definitiva, cuando pensamos y actuamos sobre sonidos, nuestra red de neuronas se amplía con una serie de conexiones únicas, distintas a todas las demás, que podrían definirse como los “engramas” o huellas dactilares a las que ha dado lugar nuestra actividad musical.”
”La música considerada como arte, ciencia y lenguaje universal, es un medio de expresión sin límites que llega a lo más íntimo de cada persona. Puede transmitir diferentes estados de ánimo y emociones por medio de símbolos e imágenes aurales, que liberan la función auditiva tanto emocional como afectiva e intelectual. Escuchar y “hacer” música desarrolla la sensibilidad, la creatividad y la capacidad de abstracción o análisis. No sólo cumple una función estrictamente educativa cuando hablamos de aprendizajes musicales, sino que también cumple otros fines. Nos propicia a descubrir nuestro propio mundo interior, la comunicación con “el otro” o “los otros” y la captación y apreciación del mundo que nos rodea.”

Palabras que pueden correr el peligro de hacerse pequeñas y desaparecer ante el intento de fijarlas en una posición. Apreciar parte del mundo interior de cualquier compositor o intérprete es buscar, y en el mejor de los casos encontrar, en nosotros mismos; recuerdos, emociones, sensaciones que no tienen límite. Es entonces válido utilizar algunas palabras como un homenaje con la “única” intención de expresar gratitud por el gozo causado una y mil veces por los momentos irrepetibles de escuchar y volver a escuchar, aparentemente, engañosamente, lo mismo.


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