lunes, 2 de junio de 2008

El gusto por lo bueno


Mención aparte merece la celebración popular que provocó el campeonato santista. La gente celebra un campeonato de diferentes formas, pero el nivel con el que lo hacen los laguneros es digno de un análisis. No habría que rascarle mucho para entender y comprobar una vez más la fuerza de lo mediático para explicar un primer porqué. Otro factor está en la combinación de una empresa joven como tal (Santos Laguna, 25 años) y su rápida entrega de resultados: cinco finales y tres campeonatos, no es poca cosa. En ese contexto, Santos ha logrado posicionar su marca ganadora en un población menor de treinta años con la permanente buena costumbre del éxito. A esa población la empresa la tiene en la bolsa.

Los mayores de cuarenta años son esa generación que identifica lo importante de ser seguidor del equipo por razones geográficas y sentimentales; muchos de ellos estaban habituados a los malos desempeños del Torreón y el Laguna (equipos de los sesenta y setenta), incluso son el target que en los primeros años de Santos Laguna adjetivaron peyorativamente al equipo como “el llantos” en lugar de santos. Es decir, el factor regional como motivo para apoyar al equipo no es suficiente para explicar el entusiasmo de los laguneros. Aunque resulte obvio decirlo pero el buen desempeño del equipo en los años recientes ha hecho que la gente de cualquier edad residente en la región o de ciudades tan lejanas en distancia pero cercanas por sus lazos como, por ejemplo, Ciudad Juárez le tengan en altísima estima. En pocas palabras; nadie quiere estar con los perdedores y el Santos no se ha caracterizado por serlo en los últimos torneos.

El discurso de los valores del empresariado exitoso y su reflejo en el equipo sin duda es fundamental para entender las miras de meta que se han exteriorizado en logros deportivos concretos. Y esos triunfos necesariamente recogen la cosecha fácilmente. El fútbol como negocio es tan legitimo como cualquier otro, pero no es lo mismo que un agente individual sea el impulsor de la empresa (caso, por ejemplo, Carlos Ahumada), en comparación a que el dinero invertido tenga su origen en una empresa como la Cervecería Modelo. El factor económico es fundamental entonces para ligarlo al aspecto social y tener con ello garantizado niveles de retorno de inversión muy altos.

La necesidad de pertenencia a un grupo es algo incuestionable desde el punto de vista sociológico, pero no a cualquier grupo. Las generaciones laguneras más jóvenes no batallaron para identificarse con un indiscutible ganador. De ello, superficialmente, Santos aparenta ser un ejemplo más. En primera instancia, lo superficial desaparece luego de bucear un poco más allá de lo evidente. ¿Por qué Toluca, por ejemplo, con mejor trayectoria deportiva no despertó en su momento la misma euforia en sus aficionados? Para este caso, el Deportivo Toluca era un equipo modesto en sus inicios. Una generación de aficionados creció con el equipo dando tumbos en la mediocridad. Fue hasta mediados de los sesenta cuando, bajo la batuta de Ignacio Trelles como director técnico, el equipo dio las primeras satisfacciones en campeonatos. Al paso de los años, el sube y baja en su desempeño fue la norma. Luego llegó la escuadra triunfadora de los noventa y principios de este siglo; pero la moneda ya había sido echada en su pasado deportivo. Mejor ejemplo de ello está en el Necaxa que tiene poca identificación entre el aficionado al fútbol de nuestro país. Santos, en el otro extremo de cómo debe llevarse una empresa deportiva, ha logrado identificar su marca con los ganadores en poco tiempo, es decir, no desperdició generaciones de aficionados. Por ello es posible afirmar que por lo menos durante los próximos veinte años el equipo puede utilizar un capital de fidelidad a toda prueba entre sus seguidores. Evitar el descenso a la primera división "A" en la temporada pasada, que para cualquier equipo sería cosa de esconder, paradojicamente incluso reforzó esa imagen triunfal.

Los valores deportivos y sociales que intenta transmitir una empresa comercializadora de una droga legal como la cerveza han dado en el clavo con una población que convive en un clima extremadamente caliente y en consecuencia propicio para el consumo de la bebida, consumo incluso fomentado y justificado como parte de una realidad cultural. La cerveza, desde antes que el fútbol fuera un éxito, ya estaba entre la formas que la gente de la región utiliza para identificarse. El calor extremo y el "refrescarse" no pueden separse el uno del otro y formar con ello parte del temperamento lagunero que lo considera como una forma de vida. El apelar a la moderación en el consumo de cerveza sólo es un guiño que el consumidor entiende según su tolerancia individual. La masificación del consumo está sobreentendida. Con una realidad económico-financiera y sin falsos moralismos, la necesidad de la empresa para justificar su negocio encuentra como anillo al dedo el pretexto deportivo. No de ahora ni sólo con el Santos, pero la diferencia es que aquí la identificación entre cerveza, carne asada, fútbol y tele han sido verdaderamente un golazo financiero durante muchos domingos, lo cual ha pasado de un simple entretenimiento a ser una forma de vida enmarcada ya en la tradición familiar y la de los cuates. Ese es el fondo de la expresión masiva después y detrás de los campeonatos. La identificación que pregonan los medios en torno al equipo es sólo una parte de la explicación. Ganar un campeonato es el pretexto que la gente necesita para hacer visible y dejar ver en la calle un inolvidable encuentro con los otros que también comparten los mismos gustos y los buenos motivos de satisfacción otorgados cada fin de semana; los goles y los triunfos de Santos, muchas de la veces acompañados de la inevitable cerveza y carne asada. Mejor eso que las frustraciones de cualquier tipo.

En la lejana posibilidad de que Cruz Azul hubiera ganado el campeonato, las circunstancias de celebración estarían muy alejadas de la expresión mostrada por La Laguna; a pesar de ser un equipo con una cierta identificación nacional la fiesta del campeonato azul no tendría paralelo con la de Santos. Tal vez una situación semejante pudiera repetirse en la ciudad de Monterrey con cualquiera de sus dos equipos. El clima y la relación empresarial son hasta cierto punto parecidos, aunque ellos sí han ido desperdiciando generaciones de aficionados acostumbrados a las derrotas. Dicho lo cual, el nivel de exigencia en el terreno deportivo para el equipo de los Guerreros del Santos supone una mentalización en sus aficionados para seguir ganando campeonatos. A eso les han enseñado que se puede. Difícil, pero no imposible.





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