martes, 22 de mayo de 2007

LA OTRA TELE

Vamos a ver la tele. ¿Qué hay en la tele? Aparentemente son expresiones que se han sometido al paso del tiempo como si fueran inmutables. Afortunadamente ver la tele empieza a cambiar, a transformarse, evolucionar; ahora sí: a mutar en diferentes sentidos.

La tecnología ha llevado a la tele para que se mire en la pantalla de una computadora, que se transporte o se vea en el teléfono celular, o en la misma tele pero como un simple monitor de algún DVD. La tele ya está obligada a verse a sí misma. La tele, cual diosa griega, quería toda la atención de nosotros los mortales para ella misma. Era envidiosa, simplista, egoísta, entre otros atributos no deseados por la mayoría. La tele en México creció como una niña consentida hija de papi rico. Nos impuso perlas dignas de profundos mares llenos de oscuridad. Para breves recordatorios de ello están El Chavo del Ocho, 24 HORAS, Siempre en Domingo o cualquiera de las innumerables telenovelas que ni sentido tiene el mencionar alguna –que cada quien recuerde su martirio-.

Así que entonces ver la tele se convertía en hacer el intento por sortear lo que Televicentro –de Telesistema Mexicano, primero, y después Televisión Vía Satélite (Televisa)- decidía lo que los mexicanos “jodidos” debían ver y oír (es sabido que esa expresión fue dicha por el propio Emilio Azcárraga Milmo)-. Y digo sortear, porque algunos ingenuos televidentes intentábamos eludir discretamente cambiar del canal 2 al canal 4 ó al 5 –cuando la suerte de la familia permitió tener otro aparato receptor-. Sí, no se rían hijos del Internet: cachar un buen programa era difícil. Lo mismo que ahora, pero cuando menos la cantidad hace posible el encontrar un mínimo de calidad. Como en los buenos capítulos de La Dimensión Desconocida; navegar en la red ofrece la alternativa contra esa mujer crecida –que ya no niña tele-, caprichuda, cansada, mentirosa e inmensamente millonaria en pesos y dólares.

Es, desde luego, una actitud personal y comprometida el saber sacar el mejor provecho a esto del Internet que permita mirar al mundo desde la otra tele , desde diferentes ángulos; con afinidad a los millones de gustos que pudieran existir –incluyendo a los mismos que aceptan sin chistar todo lo que la tele de los Azcárraga y Salinas les sigan empaquetando: qué le vamos a hacer-.

Hay que celebrar, por lo tanto, que la vieja tele ya tiene competencia real; la otra tele. Ingeniosa expresión ésta última acuñada por Julio Hernández –columnista y periodista del diario La Jornada- para un sitio de la red que quiere dejar muy en claro la idea: Hay otras opciones, hay nuevas ofertas, diferentes, frescas y con la ventaja de la libertad de expresión absoluta.

Se podrá estar de acuerdo o no con las diferentes posiciones ideológicas o propuestas estéticas de los sitios que rompan con el dominio de la industria mediática. Por supuesto se corren riesgos. Lo importante, en todo caso, es ver y oír las nuevas otras teles sin depender de la imposición de la misma tele de siempre.

De miles de ejemplos con páginas interesantes está llena la red. Quiero mencionar aquí tan solo un espacio, una propuesta: Astillero TV. “Practicamos, realizamos una forma de ser libres en nuestra expresión aprovechando el vehículo más natural que hoy hay, el más libre, que es justamente el Internet”, dice Julio Hernández en su presentación de un proyecto llamado como tal la otra tele y Astillero TV. De las buenas ideas hay que persistentemente aprender.

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