Siempre datos, cifras, resultados finales de cualquier elección serán motivo de muy diversas interpretaciones, y esto no es ningún descubrimiento para nadie. Habrá quien diga que los resultados del 5 de Julio fueron un plebiscito de rechazo para el presidente Felipe Calderón, tanto por los pobres resultados en el combate contra la delincuencia organizada, principalmente narcotráfico, así como por los datos hasta ahora conocidos en materia económica (entre varios indicadores, el PIB ha caído de manera alarmante), todo en conjunto muy lejos de la oferta de campaña que al paso del tiempo se ha hecho merecedora para crear el escenario acorde con un cuento de hadas donde generación de empleos dignos dentro de la economía formal son eso: un cuento. Si fue un plebiscito de rechazo para la administración federal el golpe fue contundente.
Hubo encuestas previas al 5 de julio que midieron la popularidad del presidente; en ellas la aprobación era alta (más de un 60 por ciento), según varios profesionales dedicados al asunto. Sin entrar en especulaciones de mi parte del porqué de un nivel tan alto de aprobación para el presidente en algunas encuestas y la reiterada insistencia de la publicación de las mismas, es tiempo ya para poder asegurar que el intento de utilizar la imagen del presidente falló rotundamente, con base en los resultados electorales. Por ahí escuché a uno de esos encuestadores que midieron el nivel de aceptación de Felipe Calderón defenderse con un absurdo: la derrota del PAN no fue mayor gracias a la popularidad del presidente. Es terrible que supuestos profesionales del sondeo público no sepan cuando menos reconocer lo obvio: se equivocaron. Según algunos de esos expertos en medir la opinión pública, Felipe Calderón tenía un espacio en el corazoncito de la gente lo cual sugería subliminalmente que el PAN en consecuencia recibiría suficientes votos por ello y así obtener buenos números el 5 de julio. Qué dirá ahora la oposición al interior de Acción Nacional después de ver el resultado que les entrega su presidente de facto y su ex presidente formal Germán Martínez. Si alguien quiere seguir creyendo en esas encuestas de popularidad y convertirlas en un acto de fe aún y cuando la realidad diga otra cosa, pues ni hablar (cada quien con su cada cual).
Los resultados electorales se convierten entonces en la verdadera encuesta. El PAN apostó por la misma estrategia de campaña que le dio buenos resultados en 2006. La dirigencia de ese partido, con Germán Martínez a la cabeza, nunca supo leer su error de querer repetir la receta aplicada contra Andrés Manuel López Obrador con la utilización de campañas sucias, cuando las condiciones cambiaron en un entorno agobiado por la madre de todas las crisis económicas al lado de otra igual de preocupante: el aumento exponencial de la inseguridad en el país. A toro pasado es fácil ver que la oposición sólo tenía que seguir el librito. El PRI hábilmente concentró su energía en trabajar su tradicional voto duro para, sin temor a equivocarse, sentarse a cachar las ganancias electorales del 5 de julio producto del desencanto de buena parte del electorado percibiendo un mal gobierno panista sin resultados en los dos grandes frentes: economía y seguridad. En consecuencia, me atrevo a asegurar lo siguiente: la mayoría no votó por el PRI, lo hizo contra el PAN. Además, la batalla electoral en estas elecciones fue bipartidista; porque el PRD, producto de todas sus divisiones internas, por ahora está peligrosamente en la lona.
Ayer, alguien molesto con el retorno del PRI, me confesó que un familiar suyo había recibido un tinaco nuevo, de “regalo”, uno de los tantos que la estructura partidista priista en el estado de Coahuila repartió por diferentes colonias de Torreón. Todo mundo sabe que así se las gastan (menos la FEPADE); es algo que se hace con el mayor cinismo, amplias bases sociales lo aceptan y lo fomentan. Es un secreto a voces que la gente está al tanto en cómo pedir a los partidos dinero en efectivo, despensas, o cualquier otro artilugio para ganar sus simpatías electorales. Incluso en las zonas urbanas la clientela electoral no tiene necesidad de entregar su credencial del IFE; eso es un mito. Muchos de los beneficiados con esas dadivas efectivamente agradecen el día de la elección la limosna obtenida por la venta de su voto y voluntariamente acuden a las urnas para pagar las “ayuditas”. Cualquiera puede sensatamente entender porqué la gente estira la mano sin el menor recato; la necesidad es real. Así ha sido siempre, este PRI no se inventó ayer. Hay lugares del país donde la alternancia nadie la conoce o quizá ni la quiere, ni la comprende y llegado al extremo es casi como ofenderlos con alguna posibilidad de cambio. Hay lugares que cumplen 80 años (y contando) con el PRI en el poder. Lo dicho: sólo en México.
En la emisión del lunes 6 de julio para el programa de televisión “Entre 3” (TV Azteca canal 13; conducido por Federico Reyes Heroles, Jesús Silva Herzog y Carlos Elizondo Mayer-Serra) los tres comentaristas coincidieron en mencionar que las viejas prácticas priistas hicieron acto de presencia y entregaron resultados apabullantes con el eufemismo de la “operación” (léase utilización de recursos públicos) por parte de gobernadores en cado estado. Carlos Elizondo Mayer-Serra mencionó como ejemplo de un peligro para la democracia las cifras electorales en el estado de Coahuila que demuestran el poder del gobernador Humberto Moreira Valdés para operar un triunfo aplastante y al mismo tiempo preocupante. No por el triunfo en sí, en la democracia se gana o se pierde, sino por la forma. Aunque en el programa no se mencionaron las cifras exactas, el PRI se llevó carro completo en los siete distritos. Pero lo más significativo de ese resultado son los números finales en porcentaje que superan con mucho la media nacional del partido, el cual fue de 36.89. Para completar la idea, dejo aquí los números hechos públicos por el PREP hasta las 4 de la tarde del 6 de julio (las variaciones posteriores a esa hora son mínimas y no alteran lo significativo de los datos): Piedras Negras 57.18 por ciento; San Pedro 61.49; Monclava 61.72; Saltillo un aplastante 73.17; un distrito de Torreón 61.58 y el otro con mayor participación panista, también en Torreón, "apenas" 52.51 y finalmente el distrito 07 de Saltillo con 60.10 por ciento. Con ello Coahuila termina como uno de los principales estados en el cual la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue abismal. Llegado a este punto quiero resaltar lo siguiente: una dato aislado fue usado (en el programa de televisión “Entre 3”) como argumento para convencer de un peligro potencial contra la democracia, con lo cual coincido. No se cuestiona que el PRI de Coahuila haya ganado todas las diputaciones federales en disputa, lo que se señala es la forma (las cifras alarmantes lo demuestran). Es decir, mirar un punto, un dato o una cifra en particular para llevarlos al plano general es una forma de análisis válida. Sin embargo, el viejo estilo de esconder lo importante con la nimiedad persiste.
Con ese mismo guión, mirar lo particular para llegar a lo general, en muchas ciudades de importancia poblacional y económica el voto nulo fue un éxito. No así para Carlos Elizondo Mayer-Serra, quien utilizó también sólo un dato para menospreciar lo inocultable: el voto nulo superó de manera substancial las expectativas generadas por sus promotores. Nadie duda de la habilidad intelectual del comentarista para defender sus posiciones. Pero en el programa del lunes por la noche quedó exhibido su sesgo ideológico, lo cual no es criticable; lo lamentable es negar la importancia de algo no en base al razonamiento sino con base en la posición ideológica. Me remito a las pruebas. Carlos Elizondo negó al voto nulo utilizando la cifra promedio nacional del PREP; 5.54 por ciento. Mañosamente no mencionó esto: Benito Juárez 13.29 por ciento de voto nulo; Tlalpan (distrito 5) 12.83; Coyoacán (distrito 23) 12.42; es decir, un promedio en la capital del país de 10.82 por ciento de votos nulos. Además olvidó un largo etcétera, del cual rescato algunas ciudades como Aguascalientes (03) con un 10.59 por ciento; Ciudad Juárez, tan sólo el distrito 03, contabilizó 12.01 por ciento; Chihuahua, distrito 06; 10.23 por ciento. Tal vez pretextando lo valioso del tiempo aire en televisión el comentarista casualmente relegó la mayor cifra registrada a favor del voto nulo: Morelia en su distrito 10 con un fuerte mensaje de hartazgo expresado en 13.60 por ciento de nulos. O Puebla, distrito 11: 12.48. Es decir, 30 distritos (el 10 por ciento del total) superaron el 10 por ciento de votos nulos. El comentarista-conductor convenientemente ni por asomo pensó sintetizar de esta forma (dicho esto en treinta valiosos segundos de televisión): 79 distritos aumentaron mínimo un 100 por ciento el voto nulo, siendo el 23.33 por ciento del total; el 45 por ciento de los distritos (135) superó las expectativas de los anulistas que moderadamente esperaban un cinco por ciento de votos nulos y únicamente 37 distritos en todo el país estuvieron por debajo de la media nacional histórica para el voto nulo. Por cierto, pocos han observado que el problema del abstencionismo disminuyó en parte debido al voto nulo. Se puede estar en contra de cualquier cosa, lo que no puede es negar los hechos. La interpretación opuesta de Mayer-Sierra pretende decirle a los televidentes poco críticos: no se fijen en lo grande (eso hace ruido), observen lo pequeño (y olvídenlo). Mi opinión: el voto nulo es el comienzo de un movimiento organizado, no el final. Al tiempo.
Hubo encuestas previas al 5 de julio que midieron la popularidad del presidente; en ellas la aprobación era alta (más de un 60 por ciento), según varios profesionales dedicados al asunto. Sin entrar en especulaciones de mi parte del porqué de un nivel tan alto de aprobación para el presidente en algunas encuestas y la reiterada insistencia de la publicación de las mismas, es tiempo ya para poder asegurar que el intento de utilizar la imagen del presidente falló rotundamente, con base en los resultados electorales. Por ahí escuché a uno de esos encuestadores que midieron el nivel de aceptación de Felipe Calderón defenderse con un absurdo: la derrota del PAN no fue mayor gracias a la popularidad del presidente. Es terrible que supuestos profesionales del sondeo público no sepan cuando menos reconocer lo obvio: se equivocaron. Según algunos de esos expertos en medir la opinión pública, Felipe Calderón tenía un espacio en el corazoncito de la gente lo cual sugería subliminalmente que el PAN en consecuencia recibiría suficientes votos por ello y así obtener buenos números el 5 de julio. Qué dirá ahora la oposición al interior de Acción Nacional después de ver el resultado que les entrega su presidente de facto y su ex presidente formal Germán Martínez. Si alguien quiere seguir creyendo en esas encuestas de popularidad y convertirlas en un acto de fe aún y cuando la realidad diga otra cosa, pues ni hablar (cada quien con su cada cual).
Los resultados electorales se convierten entonces en la verdadera encuesta. El PAN apostó por la misma estrategia de campaña que le dio buenos resultados en 2006. La dirigencia de ese partido, con Germán Martínez a la cabeza, nunca supo leer su error de querer repetir la receta aplicada contra Andrés Manuel López Obrador con la utilización de campañas sucias, cuando las condiciones cambiaron en un entorno agobiado por la madre de todas las crisis económicas al lado de otra igual de preocupante: el aumento exponencial de la inseguridad en el país. A toro pasado es fácil ver que la oposición sólo tenía que seguir el librito. El PRI hábilmente concentró su energía en trabajar su tradicional voto duro para, sin temor a equivocarse, sentarse a cachar las ganancias electorales del 5 de julio producto del desencanto de buena parte del electorado percibiendo un mal gobierno panista sin resultados en los dos grandes frentes: economía y seguridad. En consecuencia, me atrevo a asegurar lo siguiente: la mayoría no votó por el PRI, lo hizo contra el PAN. Además, la batalla electoral en estas elecciones fue bipartidista; porque el PRD, producto de todas sus divisiones internas, por ahora está peligrosamente en la lona.
Ayer, alguien molesto con el retorno del PRI, me confesó que un familiar suyo había recibido un tinaco nuevo, de “regalo”, uno de los tantos que la estructura partidista priista en el estado de Coahuila repartió por diferentes colonias de Torreón. Todo mundo sabe que así se las gastan (menos la FEPADE); es algo que se hace con el mayor cinismo, amplias bases sociales lo aceptan y lo fomentan. Es un secreto a voces que la gente está al tanto en cómo pedir a los partidos dinero en efectivo, despensas, o cualquier otro artilugio para ganar sus simpatías electorales. Incluso en las zonas urbanas la clientela electoral no tiene necesidad de entregar su credencial del IFE; eso es un mito. Muchos de los beneficiados con esas dadivas efectivamente agradecen el día de la elección la limosna obtenida por la venta de su voto y voluntariamente acuden a las urnas para pagar las “ayuditas”. Cualquiera puede sensatamente entender porqué la gente estira la mano sin el menor recato; la necesidad es real. Así ha sido siempre, este PRI no se inventó ayer. Hay lugares del país donde la alternancia nadie la conoce o quizá ni la quiere, ni la comprende y llegado al extremo es casi como ofenderlos con alguna posibilidad de cambio. Hay lugares que cumplen 80 años (y contando) con el PRI en el poder. Lo dicho: sólo en México.
En la emisión del lunes 6 de julio para el programa de televisión “Entre 3” (TV Azteca canal 13; conducido por Federico Reyes Heroles, Jesús Silva Herzog y Carlos Elizondo Mayer-Serra) los tres comentaristas coincidieron en mencionar que las viejas prácticas priistas hicieron acto de presencia y entregaron resultados apabullantes con el eufemismo de la “operación” (léase utilización de recursos públicos) por parte de gobernadores en cado estado. Carlos Elizondo Mayer-Serra mencionó como ejemplo de un peligro para la democracia las cifras electorales en el estado de Coahuila que demuestran el poder del gobernador Humberto Moreira Valdés para operar un triunfo aplastante y al mismo tiempo preocupante. No por el triunfo en sí, en la democracia se gana o se pierde, sino por la forma. Aunque en el programa no se mencionaron las cifras exactas, el PRI se llevó carro completo en los siete distritos. Pero lo más significativo de ese resultado son los números finales en porcentaje que superan con mucho la media nacional del partido, el cual fue de 36.89. Para completar la idea, dejo aquí los números hechos públicos por el PREP hasta las 4 de la tarde del 6 de julio (las variaciones posteriores a esa hora son mínimas y no alteran lo significativo de los datos): Piedras Negras 57.18 por ciento; San Pedro 61.49; Monclava 61.72; Saltillo un aplastante 73.17; un distrito de Torreón 61.58 y el otro con mayor participación panista, también en Torreón, "apenas" 52.51 y finalmente el distrito 07 de Saltillo con 60.10 por ciento. Con ello Coahuila termina como uno de los principales estados en el cual la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue abismal. Llegado a este punto quiero resaltar lo siguiente: una dato aislado fue usado (en el programa de televisión “Entre 3”) como argumento para convencer de un peligro potencial contra la democracia, con lo cual coincido. No se cuestiona que el PRI de Coahuila haya ganado todas las diputaciones federales en disputa, lo que se señala es la forma (las cifras alarmantes lo demuestran). Es decir, mirar un punto, un dato o una cifra en particular para llevarlos al plano general es una forma de análisis válida. Sin embargo, el viejo estilo de esconder lo importante con la nimiedad persiste.
Con ese mismo guión, mirar lo particular para llegar a lo general, en muchas ciudades de importancia poblacional y económica el voto nulo fue un éxito. No así para Carlos Elizondo Mayer-Serra, quien utilizó también sólo un dato para menospreciar lo inocultable: el voto nulo superó de manera substancial las expectativas generadas por sus promotores. Nadie duda de la habilidad intelectual del comentarista para defender sus posiciones. Pero en el programa del lunes por la noche quedó exhibido su sesgo ideológico, lo cual no es criticable; lo lamentable es negar la importancia de algo no en base al razonamiento sino con base en la posición ideológica. Me remito a las pruebas. Carlos Elizondo negó al voto nulo utilizando la cifra promedio nacional del PREP; 5.54 por ciento. Mañosamente no mencionó esto: Benito Juárez 13.29 por ciento de voto nulo; Tlalpan (distrito 5) 12.83; Coyoacán (distrito 23) 12.42; es decir, un promedio en la capital del país de 10.82 por ciento de votos nulos. Además olvidó un largo etcétera, del cual rescato algunas ciudades como Aguascalientes (03) con un 10.59 por ciento; Ciudad Juárez, tan sólo el distrito 03, contabilizó 12.01 por ciento; Chihuahua, distrito 06; 10.23 por ciento. Tal vez pretextando lo valioso del tiempo aire en televisión el comentarista casualmente relegó la mayor cifra registrada a favor del voto nulo: Morelia en su distrito 10 con un fuerte mensaje de hartazgo expresado en 13.60 por ciento de nulos. O Puebla, distrito 11: 12.48. Es decir, 30 distritos (el 10 por ciento del total) superaron el 10 por ciento de votos nulos. El comentarista-conductor convenientemente ni por asomo pensó sintetizar de esta forma (dicho esto en treinta valiosos segundos de televisión): 79 distritos aumentaron mínimo un 100 por ciento el voto nulo, siendo el 23.33 por ciento del total; el 45 por ciento de los distritos (135) superó las expectativas de los anulistas que moderadamente esperaban un cinco por ciento de votos nulos y únicamente 37 distritos en todo el país estuvieron por debajo de la media nacional histórica para el voto nulo. Por cierto, pocos han observado que el problema del abstencionismo disminuyó en parte debido al voto nulo. Se puede estar en contra de cualquier cosa, lo que no puede es negar los hechos. La interpretación opuesta de Mayer-Sierra pretende decirle a los televidentes poco críticos: no se fijen en lo grande (eso hace ruido), observen lo pequeño (y olvídenlo). Mi opinión: el voto nulo es el comienzo de un movimiento organizado, no el final. Al tiempo.
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