lunes, 26 de octubre de 2009

México: paraíso partidos políticos



“En México no pasa nada y las cosas siempre siguen igual”, es una queja repetida casi sin ser cuestionada. En el mejor de los casos que la sentencia se reflejara en la realidad ya sería ganancia para todos nosotros, pero no, sí pasan cosas y peor todavía: cada día retrocedemos en incontables indicadores; sean sociales, económicos, de productividad, etc, etc.

Empresas, escuelas, organismos públicos, los gobiernos de cualquier nivel y las familias en todo el país hemos tenido que ajustar a la baja los presupuestos de ingresos como consecuencia de los impactos negativos por las recurrentes crisis al paso de los años.

Podrá argumentarse que algunos gobiernos estatales siempre encuentran la manera de allegarse recursos con base en ingresos federales producto de la derrama por venta de petróleo y que algunas empresas incluso salen fortalecidas después de cada crisis. Que algunas familias pueden tener años de buenas rachas. Que, según los ciclos económicos, habrá de contabilizarse alzas y bajas en el ingreso de todos ellos. Que dentro de un mundo en constante competencia los ganadores recibirán su recompensa después de contar con sanas administraciones en ese juego del libre mercado y que como consecuencia de campañas publicitarias bien planificadas necesariamente obtendrán el dinero-premio de los consumidores. Gobiernos, empresas y familias sujetos al ir y venir de la economía. No así en eso que hemos decidido sea una figura de “interés público”: los partidos políticos.

En efecto, en México hemos creado una aberración contra toda lógica económica. Más ingreso de dinero público a cambio de menos votantes. Más dinero por más abstención. Por disparatado que suene este argumento los partidos políticos en México han encontrado el remedio a las contradicciones del capitalismo; cada día, con poco esfuerzo de por medio, sin riesgo, sin inversiones, se hacen los dueños de más dinero producto del trabajo de todos nosotros sin importar el mundo de la economía real y sus ciclos como la actual recesión mundial, por ejemplo. Y lo han hecho ley. Es decir, conforme crece la población, y en consecuencia el número de inscritos en el padrón electoral, cada ciudadano contará para una formulita (41 constitucional) diseñada específicamente para destinar dinero a los partidos políticos. En esa fórmula lo único que resulta de interés fundamental para cualquier partido es muy sencillo: hacer crecer el padrón electoral. Crecimiento de padrón que apropiadamente para su voracidad deja pasar un detallito importante: cuentan muertos. Ese mismo aumento de inscritos en el padrón también se hace de la vista gorda en otro detalle sin importancia (para partidos): no cuenta la abstención. Asunto arreglado. Encontraron la fórmula de la riqueza (en apariencia) interminable.

¡Ya Bájenle! ¡Menos dinero a partidos! son dos expresiones que reunen los requisitos mínimos para reconciliarnos todos con esas entidades llamadas partidos políticos. Aunque hay más razones para apoyar esa causa, la perversidad por la forma en que se están apropiando de buena parte de la riqueza de todos nosotros es motivo suficiente para exigirles un cambio radical. Cambio que no van a fomentar los mismos beneficiados. Cambio que necesariamente surgirá de una fuerza ciudadana con cantidad y calidad suficiente para obligarlos a regresar al mundo de la economía real y con ello hacer posible que sí pasen cosas en México y además sean para bien: “¿quieres dinero público, ponte a trabajar y gánalo en la competencia electoral sólo por cada voto que recibas?”. Así de simple.

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