martes, 24 de julio de 2007

Limpiemos México


Como parte de la Estrategia Nacional de Seguridad el presidente Felipe Calderón anunció la campaña “Limpiemos México” –el 2 de Julio- con tres programas supuestamente coordinados entre diferentes dependencias de los tres niveles de gobierno.

Quiero hacer mención específica del programa Escuela Segura con el cual se pretende hacer exámenes antidoping en los alumnos de primaria y secundaria. Incluso los primeros días de la campaña se presentó un spot en televisión que anticipa el asunto y expone la necesaria capacitación de padres y madres de familia así como la de maestros en el tema de adicciones y su prevención.

Lo políticamente correcto, desde una posición en su mayoría adulta, es prevenir la posible violación a tratados internacionales que México ha suscrito en la Convención sobre los Derechos de los Niños en su artículo 16: “Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación.” Eso está muy bien cuando el tema se circunscribe meramente al aspecto jurídico. Pero la cuestión tiene varias aristas.

Conversando con un profesor de secundaria en San Pedro, Coahuila sobre el tema de la revisión de mochilas éste comentaba que con base en su experiencia la medida sí es necesaria, aunque dependiendo de la zona en donde se encuentre la escuela. No siempre es el mismo problema. Obedeciendo a un cierto nivel socio-económico, los índices de delincuencia y adicciones en ocasiones exigen la presencia de la policía municipal aun dentro de la escuela, dice el profesor. Entonces el problema no es tan sencillo como revisar mochilas y antidoping.

La crítica más fuerte para el programa se centra en la percepción de que la bolita se le está pasando a la sociedad y que el esfuerzo de la lucha frontal, en el terreno del ámbito policiaco, se está perdiendo. Además, no se nota una verdadera lucha contra el narcotráfico en el aspecto financiero y el lavado de dinero. De ahí que no se tome con el entusiasmo necesario la puesta en marcha del programa. Por otra parte no falta quien cuestione la medida como un conflicto entre los derechos individuales (en este caso el de los niños) y el interés colectivo. En ese sentido el gobierno federal se ha anticipado a aclarar que sólo con la debida autorización de los padres se podría realizar el dichoso antidoping. Cosa que no suaviza el tema porque ¿qué pasará cuando algunos padres se nieguen al examen de sus hijos y se les considere “sospechos” de parte de la autoridad escolar? Sin olvidar, por supuesto, la situación de las medidas de control y transparencia, porque lamentablemente la implementación del programa tendría que incluir necesariamente a maestros, personal docente y de seguridad en todas las escuelas. Y por el momento ni soñar con la apertura, cuando menos la apertura, en el debate de la regulación y legalización de algunas drogas. Todavía estamos en un proceso social que tiene mayoría en el pensar y visionar una solución vía balazos, muertos y detenciones.

A pesar de todo es un buen intento del gobierno federal el tratar de recuperar espacios e impulsar el desarrollo deportivo en la población como un instrumento contra las adicciones, sin embargo, se nota un nulo o poco impulso a favor de la cultura como otro instrumento valioso en la participación de un desarrollo social saludable.

Lamentablemente “Limpiemos México” refleja una visión miope de la lucha contra las adicciones. El símil que pretende hacernos creer el gobierno es aquel que sucede cuando se prende la luz en un cuarto sucio y olvidado: el efecto cucaracha. Sin dejar de restarle importancia a la prevención, resulta de mayor trascendencia la lucha que se puede implementar contra el narco combatiendo su saludable desarrollo económico así como localizar y neutralizar el lavado de dinero. Esfuerzos que seguirán siendo dilapidados mientras los grandes márgenes de rentabilidad financiera no sean acotados al máximo por la legalización de algunas drogas. Sueños guajiros, porque en todo caso las cucarachas que controlan y distribuyen las drogas están en franca complicidad con otras cucas que se han infiltrado en las cañerías de la corrupción y la impunidad.



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