Algunas entradas de este monoblog las dediqué a comentar la muerte de personajes que fallecieron. En seguida me di cuenta que de seguir haciéndolo el blog se iba a convertir en una sección de anuncios de esquela. Músicos, escritores, cineastas, actores de relevancia han muerto e intencionalmente los he dejado ir sin algún comentario de mi parte. Aunque la muerte es fiel compañera de cada uno de nosotros, decidí hacerlo así. No con Mario Benedetti.
No recuerdo si fue a los 15 o 16 años cuando lo descubrí con lo que a mi pareció una maravilla; La Muerte y otras sorpresas. De ahí a Montevideanos, luego La Tregua y Gracias por el fuego. Tampoco nunca he sido un experto en la obra de Mario Benedetti ni lo he leído en toda su extensión, pero en esos días que yo presumo de haberlo disfrutado tengo el sentimiento de que era posible creer en un mundo de hombres buenos. Y sí, hace muchos años que lo leí y crecí con esa ilusión, junto a los buenos e inolvidable amigos; de pensar que los ideales pueden cambiar las cosas. La muerte de Benedetti, lo confieso, a muchos nos hace peligrosamente transparentes. Me quedo con ese riesgo y un dejo de tristeza.
No recuerdo si fue a los 15 o 16 años cuando lo descubrí con lo que a mi pareció una maravilla; La Muerte y otras sorpresas. De ahí a Montevideanos, luego La Tregua y Gracias por el fuego. Tampoco nunca he sido un experto en la obra de Mario Benedetti ni lo he leído en toda su extensión, pero en esos días que yo presumo de haberlo disfrutado tengo el sentimiento de que era posible creer en un mundo de hombres buenos. Y sí, hace muchos años que lo leí y crecí con esa ilusión, junto a los buenos e inolvidable amigos; de pensar que los ideales pueden cambiar las cosas. La muerte de Benedetti, lo confieso, a muchos nos hace peligrosamente transparentes. Me quedo con ese riesgo y un dejo de tristeza.
2 comentarios:
Pasatiempo
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Benedetti.
Comparto la transparencia que amerita la ocasión.
Los ideales, creo que los tengo algo chuecos el día de hoy.
Gracias Sabina, y con pena tengo que aceptar que también tengo extraviados los ideales.
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