Algo debe andar muy mal en nuestro sistema político cuando José Woldenberg (ex presidente consejero del IFE) con todo su conocimiento y experiencia nos señale que “la participación electoral a nivel federal viene descendiendo de manera constante desde 1991”.
Este año electoral difícilmente revertirá esa tendencia. Hay en el ambiente preelectoral casi la certeza de que así será (el abstencionismo crecerá). Pero hay voces llamando la atención para impedirlo en la medida de lo posible, por los riesgos que ello puede implicar para la democracia. La posición del mismo José Woldenberg en calificar como “un gesto inútil” el llamado a la abstención o el voto nulo desde luego tiene peso. No lo dice un cualquiera. Sin embargo, me parece que el propio discurso del profesor Woldenberg ya da por hecho lo inevitable: al tradicional abstencionismo habrá que sumarle un movimiento social (hasta ahora no cohesionado) que mandará un mensaje de hartazgo contra el sistema político y sus actuales reglas del juego.
Yo no recuerdo que en las cifras del abstencionismo nunca antes alguien se hubiera pre ocupado (léase así, por separado: pre ocupado) por dos datos significativos. Al respecto, José Woldenberg escribe en revista Nexos* (abril 2009); “deberíamos restar un millón 291 mil 705 fallecidos que aparecen en la lista, y tres millones 859 mil 681 personas que se encuentran de manera temporal o permanente en el extranjero (cálculos del Registro Federal de Electores). Es decir, el 6.8% de los ciudadanos que están registrados en la lista nominal no podrá votar. Ese porcentaje de “ausentes”, en buena lid, debería restarse de las cifras que miden la abstención.”
Ese dato que aporta el maestro Woldenberg me lleva a dos reflexiones. En anteriores elecciones siempre se nos ha dicho más o menos así; el nivel de participación fue tal y en consecuencia el abstencionismo fue x. Nunca se ha puntualizado, cuando menos en lo conocido como opinión pública, el porcentaje de “ausentes” para dimensionar en justicia, en buena lid como dice Woldenberg, el dato real de abstencionismo. Lo cual me lleva a concluir que el nivel de abstencionismo ha sido mayor, porque si en justicia había que restarle ese porcentaje al dato final es incongruente que no se hubiera hecho así y evitar con ello presentar una cifra más positiva contra el abstencionismo.
En otras palabras, el maestro Woldenberg nos anticipa lo siguiente; supongamos que el abstencionismo rebasa un 55 por ciento (nada descabellado), entonces, en buena lid, el abstencionismo real según José Woldenberg sería de un 48 por ciento aproximadamente. Y suponiendo de buen fe que esa cifra fuera real; ¿tendría el sistema electoral, ahora sí, de que preocuparse? La respuesta es no, sería una cifra de abstencionismo políticamente manejable. Llegado a este punto la pregunta sería: ¿por qué en este proceso electoral nos pide José Woldenberg descontar a los ausentes y antes no se cuestionó ese dato?
*Revista Nexos, abril 2009, Nº 376, pág 14-15.
Este año electoral difícilmente revertirá esa tendencia. Hay en el ambiente preelectoral casi la certeza de que así será (el abstencionismo crecerá). Pero hay voces llamando la atención para impedirlo en la medida de lo posible, por los riesgos que ello puede implicar para la democracia. La posición del mismo José Woldenberg en calificar como “un gesto inútil” el llamado a la abstención o el voto nulo desde luego tiene peso. No lo dice un cualquiera. Sin embargo, me parece que el propio discurso del profesor Woldenberg ya da por hecho lo inevitable: al tradicional abstencionismo habrá que sumarle un movimiento social (hasta ahora no cohesionado) que mandará un mensaje de hartazgo contra el sistema político y sus actuales reglas del juego.
Yo no recuerdo que en las cifras del abstencionismo nunca antes alguien se hubiera pre ocupado (léase así, por separado: pre ocupado) por dos datos significativos. Al respecto, José Woldenberg escribe en revista Nexos* (abril 2009); “deberíamos restar un millón 291 mil 705 fallecidos que aparecen en la lista, y tres millones 859 mil 681 personas que se encuentran de manera temporal o permanente en el extranjero (cálculos del Registro Federal de Electores). Es decir, el 6.8% de los ciudadanos que están registrados en la lista nominal no podrá votar. Ese porcentaje de “ausentes”, en buena lid, debería restarse de las cifras que miden la abstención.”
Ese dato que aporta el maestro Woldenberg me lleva a dos reflexiones. En anteriores elecciones siempre se nos ha dicho más o menos así; el nivel de participación fue tal y en consecuencia el abstencionismo fue x. Nunca se ha puntualizado, cuando menos en lo conocido como opinión pública, el porcentaje de “ausentes” para dimensionar en justicia, en buena lid como dice Woldenberg, el dato real de abstencionismo. Lo cual me lleva a concluir que el nivel de abstencionismo ha sido mayor, porque si en justicia había que restarle ese porcentaje al dato final es incongruente que no se hubiera hecho así y evitar con ello presentar una cifra más positiva contra el abstencionismo.
En otras palabras, el maestro Woldenberg nos anticipa lo siguiente; supongamos que el abstencionismo rebasa un 55 por ciento (nada descabellado), entonces, en buena lid, el abstencionismo real según José Woldenberg sería de un 48 por ciento aproximadamente. Y suponiendo de buen fe que esa cifra fuera real; ¿tendría el sistema electoral, ahora sí, de que preocuparse? La respuesta es no, sería una cifra de abstencionismo políticamente manejable. Llegado a este punto la pregunta sería: ¿por qué en este proceso electoral nos pide José Woldenberg descontar a los ausentes y antes no se cuestionó ese dato?
*Revista Nexos, abril 2009, Nº 376, pág 14-15.
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