miércoles, 6 de mayo de 2009

Para tomar la palabra: Una pregunta


Hay una pregunta de la que no se puede escapar toda la estructura de salud pública en el país. ¿Por qué los casos de muerte causados por el virus identificado como A (H1N1) sólo se han dado en México? Hasta el momento la respuesta oficial, como hipótesis y sin base científica, ha señalado culpable al propio paciente muerto; “acudieron de manera tardía a los centros hospitalarios y no recibieron un tratamiento adecuado”, eso dicen. Aunque tuvieran razón en lo anterior y continuando con un círculo vicioso de preguntas sin respuestas la obviedad sería la siguiente duda; ¿y por qué acudieron tarde esos pacientes? Quizá, responda algún funcionario de salud, se debió a la vieja y mala costumbre de muchos mexicanos de automedicarse, perdiendo con ello un tiempo valioso y agravando el cuadro viral. ¿Y por qué se automedica la gente?

Precisamente en ese intento de evadir ingenuamente las responsabilidades es donde queda atrapada toda la estructura de servicios de salud en México; la gente se automedica porque conoce de las deficiencias de acercarse a cualquier centro de salud, sea federal o estatal. O evita, en la malentendida sabiduría popular, acudir al médico particular porque es más barato seguir el consejo de vecinos, amigos o familiares. Eso, cuando se trata del primer contacto médico-paciente, porque hablar de problemas de salud mas graves es hablar de desastre financiero para todo el entorno familiar de un enfermo. Salvo aquella privilegiada minoría, que incluso en algunas enfermedades acude a centros hospitalarios de otro país, la enorme mayoría de mexicanos no acudimos al médico a tiempo. Es decir, un sistema de salud con énfasis en la prevención y garantizado para todos los mexicanos hoy por hoy no existe. Lo que tenemos es una estructura de servicios de salud fragmentada e incluso discriminatoria. ¿Quién puede asegurar que el Derecho a la Salud plasmado en la Constitución es una realidad?

Investigadores nacionales, laboratorios mexicanos de calidad mundial, más institutos de investigación, hospitales bien equipados, medicina preventiva, derecho a la salud para cada mexicano (sin importar su condición social, si tiene o no trabajo); todo ello debe contemplarse como inversión fundamental para la seguridad nacional y no con esa miopía que durante varios años atrás una burocracia fiscal y legislativa ha hecho norma la limitación de recursos, lo cual ha originado que la salud sea vista más como un negocio que como un asunto de vital importancia para el país. Que la emergencia, además de la experiencia práctica, deje también la necesidad de cambiar radicalmente nuestro sistema de salud. Los que se jactan de decir que en las crisis siempre hay oportunidades, ahora es cuando para tomar su palabra.

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