martes, 5 de mayo de 2009

Un comentario sin influencia


Ayer pensaba esto: mucha gente quería ver miles de muertos en pocos días para convencerse de la fuerza letal del virus. Todos hemos conocido las cifras presentadas por el gobierno federal y tengo la impresión de que esos datos han reforzado la idea muy generalizada de que esto fue para distraer la atención. Es como tener una sociedad que sólo tiene memoria corta. A pesar de que los especialistas hicieran la observación de que no se sabía qué podia (o puede) pasar, junto al recuerdo histórico de la Influenza del año 18 del siglo pasado. Sin embargo en el fin de semana, según El Financiero (diario de circulación nacional), el reporte de ejecutados por el problema de la delicuencia organizada y el narcotráfico fue de 85 muertos. Irónicamente les diría yo: ahí están muchos muertos, pero sé que esa cifra más alta a pocos importa porque están desensibilizados. Lo malo es que me quedo con eso.

¿Cuántos muertos quieren? ¿Cuál es el número mágico para dejar contentos a los promotores del complot? No soy religioso pero (y por favor que nadie se ofenda con la pregunta); ¿no sería tiempo para que los creyentes le dieran gracias a su Dios por lo poco letal que este virus hasta el momento ha resultado ser? ¿O necesitan reforzar su creencia con miles de muertos de un plumazo? Con esa posición apocalíptica dejan a cualquier gobierno en la tentación de pensar demasiado para tomar decisiones en caso de otras emergencias. ¿A quién le quedan ganas de declarar una alerta sanitaria si eso tiene como consecuencia golpear seriamente a tu industria turística y además no tienes cifras de muertos "suficientes"? Cuando menos estoy entendiendo por qué muchos gobiernos ocultan información para este tipo de emergencias sanitarias.

Lo positivo de esto es la respuesta que tuvimos como Estado, sí, pero hay partes de la sociedad (sorprendentemente muchos jóvenes) donde su respuesta se limitó a un excesivo nivel de desconfianza. No fueron capaces en ningún momento de darle oportunidad, no ya a los políticos que tuvieron que enfrentar la emergencia, sino a los epidemiólogos, infectólogos, médicos, investigadores, es decir, los que tenían la palabra en el momento de la emergencia. Acercarse un poquito cada quien a su manera al pensamiento racional y, ¿por qué no?, científico. Ampliar la mirada, pues.

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